La protesta de los príncipes
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y si en él estamos también interesados nosotros es porque a ello nos
constreñiste. Defiéndenos, pues, ¡oh Padre!”—
Id.,
lib. 14, cap. 6.
A Melanchton que se hallaba agobiado bajo el peso de la an-
siedad y del temor, le escribió: “¡Gracia y paz en Jesucristo! ¡En
Cristo, digo, y no en el mundo! ¡Amén! Aborrezco de todo corazón
esos cuidados exagerados que os consumen. Si la causa es injus-
ta, abandonadla, y si es justa, ¿por qué hacer mentir la promesa de
Aquel que nos manda dormir y descansar sin temor? ... Jesucristo
no faltará en la obra de justicia y de verdad. El vive, él reina, ¿qué,
pues, temeremos?”—
Ibid
.
Dios oyó los clamores de sus hijos. Infundió gracia y valor
a los príncipes y ministros para que sostuvieran la verdad contra
las potestades de las tinieblas de este mundo. Dice el Señor: “¡He
aquí que yo pongo en Sión la piedra principal del ángulo, escogida,
preciosa; y aquel que creyere en ella no quedará avergonzado!”
1
Pedro 2:6 (VM)
. Los reformadores protestantes habían edificado
sobre Cristo y las puertas del infierno no podían prevalecer contra
ellos.
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