La reforma en Francia
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Calvino trabajó en Ginebra por cerca de treinta años; primero
para establecer una iglesia que se adhiriese a la moralidad de la
Biblia, y después para fomentar el movimiento de la Reforma por
toda Europa. Su carrera como caudillo público no fué inmaculada,
ni sus doctrinas estuvieron exentas de error. Pero así y todo fué el
instrumento que sirvió para dar a conocer verdades especialmente
importantes en su época, y para mantener los principios del protes-
tantismo, defendiéndolos contra la ola creciente del papismo, así
como para instituir en las iglesias reformadas la sencillez y la pureza
de vida en lugar de la corrupción y el orgullo fomentados por las
enseñanzas del romanismo.
De Ginebra salían publicaciones y maestros que esparcían las
doctrinas reformadas. Y a ella acudían los perseguidos de todas
partes, en busca de instrucción, de consejo y de aliento. La ciudad
de Calvino se convirtió en refugio para los reformadores que en toda
la Europa occidental eran objeto de persecución. Huyendo de las
tremendas tempestades que siguieron desencadenándose por varios
siglos, los fugitivos llegaban a las puertas de Ginebra. Desfallecien-
tes de hambre, heridos, expulsados de sus hogares, separados de
los suyos, eran recibidos con amor y se les cuidaba con ternura; y
hallando allí un hogar, eran una bendición para aquella su ciudad
adoptiva, por su talento, su sabiduría y su piedad. Muchos de los
que se refugiaron allí regresaron a sus propias tierras para combatir
la tiranía de Roma. Juan Knox, el valiente reformador de Escocia,
no pocos de los puritanos ingleses, los protestantes de Holanda y de
España y los hugonotes de Francia, llevaron de Ginebra la antorcha
de la verdad con que desvanecer las tinieblas en sus propios países.
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