Página 234 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
Si se tienen en cuenta el carácter y la alta categoría de los caudi-
llos del protestantismo en Sevilla, no resulta extraño que la luz del
Evangelio brillase allí con claridad bastante para iluminar no sólo
muchos hogares del bajo pueblo, sino también los palacios de prín-
cipes, nobles y prelados. La luz brilló con tanta claridad que, como
sucedió en Valladolid, penetró hasta en algunos de los monasterios,
que a su vez volviéronse centros de luz y bendición. “El capellán del
monasterio dominicano de S. Pablo propagaba con cello” las doc-
trinas reformadas. Se contaban discípulos en el convento de Santa
Isabel y en otras instituciones religiosas de Sevilla y sus alrededores.
Empero fué en “el convento jeronimiano de San Isidro del Cam-
po, uno de los más célebres monasterios de España,” situado a unos
dos kilómetros de Sevilla, donde la luz de la verdad divina brilló
con más fulgor. Uno de los monjes, García de Arias, llamado vulgar-
mente Dr. Blanco, enseñaba precavidamente a sus hermanos “que
el recitar en los coros de los conventos, de día y de noche, las sa-
gradas preces, ya rezando ya cantando, no era rogar a Dios; que los
ejercicios de la verdadera religión eran otros que los que pensaba el
vulgo religioso; que debían leerse y meditarse con suma atención
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las Sagradas Escrituras, y que sólo de ellas se podía sacar el ver-
dadero conocimiento de Dios y de su voluntad.”—R. Gonzales de
Montes, págs. 258-272; (237-247). Esta enseñanza púsola hábilmen-
te en realce otro monje, Casiodoro de Reyna, “que se hizo célebre
posteriormente traduciendo la Biblia en el idioma de su país.” La ins-
trucción dada por tan notables personalidades preparó el camino para
“el cambio radical” que, en 1557, fué introducido “en los asuntos
internos de aquel monasterio.” Habiendo recibido un buen surtido de
ejemplares de las Escrituras y de libros protestantes, en castellano,
los frailes los leyeron con gran avidez, circunstancia que contribuyó
a confirmar desde luego a cuantos habían sido instruidos, y a librar
a otros de las preocupaciones de que eran esclavos. Debido a esto el
prior y otras personas de carácter oficial, de acuerdo con la cofradía,
resolvieron reformar su institución religiosa. Las horas, llamadas
de rezo, que habían solido pasar en solemnes momerías, fueron de-
dicadas a oír conferencias sobre las Escrituras; los rezos por los
difuntos fueron suprimidos o substituidos con enseñanzas para los
vivos; se suprimieron por completo las indulgencias y las dispensas
papales, que constituyeran lucrativo monopolio; se dejaron subsistir