El despertar de España
229
que predicar (y predicaba por lo común a las ocho), era tanta la con-
currencia del pueblo, que a las cuatro, muchas veces aun a las tres
de la madrugada, apenas se encontraba en el templo sitio cómodo
para oírle.
Era, en verdad, una grandísima bendición para los creyentes
protestantes de Sevilla, tener como guías espirituales a hombres
como los Dres. Egídio y Vargas, y el elocuente Constantino que
cooperó con tanto ánimo y de un modo incansable para el adelanto de
la causa que tanto amaban. “Asiduamente ocupados en el desempeño
de sus deberes profesionales durante el día, se reunían de noche
con los amigos de la doctrina reformada, unas veces en una casa
particular, otras veces en otra; el pequeño grupo de Sevilla creció
insensiblemente, y llegó a ser el tronco principal del que se tomaron
ramas para plantarlas en la campiña vecina.”—M’Crie, cap. 4.
Durante su ministerio, “Constantino, a la par que instruía al
pueblo de Sevilla desde el púlpito, se ocupaba en propagar el cono-
cimiento religioso por el país por medio de la prensa. El carácter
de sus escritos nos muestra con plena claridad lo excelente de su
corazón. Eran aquéllos adecuados a las necesidades espirituales de
sus paisanos, pero no calculados para lucir sus talentos, o para ganar
[268]
fama entre los sabios. Fueron escritos en su idioma patrio, en estilo
al alcance de las inteligencias menos desarrolladas. Las especulacio-
nes abstractas y los adornos retóricos, en los que por naturaleza y
educación podía sobresalir, sacrificólos sin vacilar, persiguiendo el
único fin de que todos lo entendieran y resultara útil a todos.”—
Id.,
cap. 6. Es un hecho histórico singular y por demás significativo que
cuando Carlos Quinto, cansado de la lucha contra la propagación
del protestantismo, lucha en que había pasado casi toda su vida,
había abdicado el trono y se había retirado a un convento en busca
de descanso, fué uno de los libros del Dr. Constantino, su
Suma de
doctrina cristiana,
la que el rey escogió como una de las treinta
obras favoritas que constituían aproximadamente toda su biblioteca.
(Véase Stirling,
The Cloister Life of the Emperor Charles the Fifth,
pág. 266.)
R. Gonzales Montano (ed. 1567, pág. 278), citado en la
“Exposición del primer
salmo,
por Constantino Ponce de la Fuente.” Bonn, 3a. ed., 1881, apéndice del editor (Ed.
Böhmer), pág. 236.