Página 232 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
dicador. Valero, reconociendo la causa del fracaso del Dr. Egidio,
le aconsejó “estudiara día y noche los preceptos y doctrinas de la
Biblia; y la frialdad impotente con que había solido predicar fué
substituida con poderosos llamamientos a la conciencia y tiernas
pláticas dirigidas a los corazones de sus oyentes. Despertóse la aten-
ción de éstos, que llegaron a la íntima convicción de la necesidad y
ventaja de aquella salvación revelada por el Evangelio; de este modo
los oyentes fueron preparados para recibir las nuevas doctrinas de
la verdad que les presentara el predicador, tales cuales a él mismo
le eran reveladas, y con la precaución que parecía aconsejar y re-
querir tanto la debilidad del pueblo como la peligrosa situación del
predicador.”
“De este modo y debido a un celo ... atemperado con prudencia,
... cúpole la honra no sólo de ganar convertidos a Cristo, sino de
educar mártires para la verdad. ‘Entre las demás dotes celestiales de
aquel santo varón,’ decía uno de sus discípulos
‘era verdaderamente
de admirar el que a todos aquellos cuya instrucción religiosa tomaba
sobre sí, parecía que en su misma doctrina, les aplicaba al alma
una tea de un fuego santo, inflamándolos con ella para todos los
ejercicios piadosos, así internos como externos, y encendiéndolos
particularmente para sufrir y aun amar la cruz que les amenazaba:
en esto sólo, en los iluminados con la luz divina, daba a conocer que
le asistía Cristo en su ministerio, puesto que, en virtud de su Espíritu
grababa en los corazones de los suyos las mismas palabras que él
con su boca pronunciaba.’”—M’Crie, cap. 4.
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El Dr. Egidio contaba entre sus convertidos al Dr. Vargas, romo
también al Dr, Constantino Ponce de la Fuente, hombre de talento
poco común, que había predicado durante muchos años en la cate-
dral de Sevilla, y a quien en 1539, con motivo de la muerte de la
emperatriz, se había elegido para pronunciar la oración fúnebre. En
1548 el Dr. Constantino acompañó, por mandato real, al príncipe
Felipe a los Países Bajos “para hacer ver a los flamencos que no le
faltaban a España sabios y oradores corteses” (Geddes,
Miscella-
neous Tracts,
tomo 1, pág. 556); y de regreso a Sevilla predicaba
regularmente en la catedral cada dos domingos. “Cuando él tenía
Reinaldo Gonzales de Montes (Reginaldo Montano),
Artes de la Inquisición Es-
pañola,
ed. castellana, Madrid, 1851, págs 252, 253, 281-285, 292-303 ; ed. latinas,
Heidelberg, 1567, y Madrid, 1857, págs. 231, 256-259, 265-274.