242
El Conflicto de los Siglos
Tausen fué a Colonia, que era en aquella época uno de los ba-
luartes del romanísmo. Pronto le desagradó el misticismo de los
maestros de la escuela. Por aquel mismo tiempo llegaron a sus ma-
nos los escritos de Lutero. Los leyó maravillado y deleitado; y sintió
ardientes deseos de recibir instrucción personal del reformador. Pero
no podía conseguirlo sin ofender a su superior monástico ni sin
perder su sostén. Pronto tomó su resolución, y se matriculó en la
universidad de Wittenberg.
Cuando volvió a Dinamarca se reintegró a su convento. Nadie le
sospechaba contagiado de luteranismo; tampoco reveló él su secreto,
[283]
sino que se esforzó, sin despertar los prejuicios de sus compañeros,
en conducirlos a una fe más pura y a una vida más santa. Abrió
las Sagradas Escrituras y explicó el verdadero significado de sus
doctrinas, y finalmente les predicó a Cristo como la justicia de los
pecadores, y su única esperanza de salvación. Grande fué la ira del
prior, que había abrigado firmes esperanzas de que Tausen llegase a
ser valiente defensor de Roma. Inmediatamente lo cambiaron a otro
monasterio, y lo confinaron en su celda, bajo estricta vigilancia.
Con terror vieron sus nuevos guardianes que pronto algunos de
los monjes se declaraban ganados al protestantismo. Al través de los
barrotes de su encierro, Tausen había comunicado a sus compañeros
el conocimiento de la verdad. Si aquellos padres dinamarqueses
hubiesen cumplido hábilmente el plan de la iglesia para tratar con
la herejía, la voz de Tausen no hubiera vuelto a oírse, pero, en vez
de confinarlo para siempre en el silencio sepulcral de algún calabo-
zo subterráneo, le expulsaron del monasterio, y quedaron entonces
reducidos a la impotencia, Un edicto real, que se acababa de pro-
mulgar, ofrecía protección a los propagadores de la nueva doctrina.
Tausen principió a predicar. Las iglesias le fueron abiertas y el pue-
blo acudía en masa a oírle. Había también otros que predicaban la
Palabra de Dios. El Nuevo Testamento fue traducido en el idioma
dinamarqués y circuló con profusión. Los esfuerzos que hacían los
papistas para detener la obra sólo servían para esparcirla más y más,
y al poco tiempo Dinamarca declaró que aceptaba la fe reformada.
En Suecia también, jóvenes que habían bebido en las fuentes de
Wittenberg, llevaron a sus compatriotas el agua de la vida. Dos de
los caudillos de la Reforma de Suecia, Olaf y Lorenzo Petri, hijos
de un herrero de Orebro, estudiaron bajo la dirección de Lutero y