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El Conflicto de los Siglos
formaban las filas de los reformadores. No eran controversistas rui-
dosos, sectarios e indoctos, sino hombres que habían estudiado la
Palabra de Dios y eran diestros en el manejo de las armas de que se
habían provisto en la armería de la Biblia. En cuanto a erudición,
estaban más adelantados que su época. Cuando nos fijamos en los
brillantes centros de Wittenberg y Zurich, y en los nombres ilustres
de Lutero y Melanchton, de Zuinglio y Ecolampadio, se nos suele
decir que éstos eran los jefes del movimiento de la Reforma, y que
sería de esperar en ellos un poder prodigioso y gran acopio de saber,
pero que los subalternos no eran como ellos. Pues bien, si echamos
una mirada sobre el obscuro teatro de Suecia y, yendo de los maes-
tros a los discípulos, nos fijamos en los humildes nombres de Olaf
y Lorenzo Petri, ¿qué encontramos? ... Pues maestros y teólogos;
hombres que entienden a fondo todo el sistema de la verdad bíblica,
y que ganaron fáciles victorias sobre los sofistas de las escuelas y
sobre los dignatarios de Roma.”—
Ibid
.
Como consecuencia de estas discusiones, el rey de Suecia aceptó
la fe protestante, y poco después la asamblea nacional se declaró
también en favor de ella. El Nuevo Testamento había sido traducido
al idioma sueco por Olaf Petri, y por deseo del rey ambos hermanos
emprendieron la traducción de la Biblia entera. De esta manera, el
pueblo sueco recibió por primera vez la Palabra de Dios en su propio
idioma. La dieta dispuso que los ministros explicasen las Escrituras
por todo el reino, y que en las escuelas se enseñase a los niños a leer
la Biblia.
De un modo constante y seguro, la luz bendita del Evangelio
disipaba las tinieblas de la superstición y de la ignorancia. Libre
ya de la opresión de Roma, alcanzó la nación una fuerza y una
grandeza que jamás conociera hasta entonces. Suecia vino a ser uno
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de los baluartes del protestantismo. Un siglo más tarde, en tiempo de
peligro inminente, esta pequeña y hasta entonces débil nación—la
única en Europa que se atrevió a prestar su ayuda—intervino en
auxilio de Alemania en el terrible conflicto de la guerra de treinta
años. Toda la Europa del norte parecía estar a punto de caer otra
vez bajo la tiranía de Roma. Fueron los ejércitos de Suecia los que
habilitaron a Alemania para rechazar la ola romanista y asegurar
tolerancia para los protestantes—calvinistas y luteranos,—y para