La verdad progresa en Inglaterra
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Y a los que insistían en que “la predicación del Evangelio satis-
face todas las exigencias de la ley,” Wesley replicaba: “Lo negamos
rotundamente. No satisface ni siquiera el primer fin de la ley que es
convencer a los hombres de su pecado, despertar a los que duermen
aún al borde del infierno.” El apóstol Pablo dice que “por medio de
la ley es el conocimiento del pecado,” “y mientras no esté el hombre
completamente convencido de sus pecados, no puede sentir verda-
deramente la necesidad de la sangre expiatoria de Cristo... Como lo
dijo nuestro Señor, ‘los sanos no tienen necesidad de médico, sino
los enfermos.’ Es por lo tanto absurdo ofrecerle médico al que está
sano o que cuando menos cree estarlo. Primeramente tenéis que
convencerle de que está enfermo; de otro modo no os agradecerá la
molestia que por él os dais. Es igualmente absurdo ofrecer a Cristo
a aquellos cuyo corazón no ha sido quebrantado todavía.”—
Ibid
..
De modo que, al predicar el Evangelio de la gracia de Dios,
Wesley, como su Maestro, procuraba “engrandecer” la ley y hacerla
“honorable.” Hizo fielmente la obra que Dios le encomendara y
gloriosos fueron los resultados que le fué dado contemplar. Hacia el
fin de su larga vida de más de ochenta años—de los cuales consagró
más de medio siglo a su ministerio itinerante—sus fieles adherentes
sumaban más de medio millón de almas. Pero las multitudes que
por medio de sus trabajos fueron rescatadas de la ruina y de la
degradación del pecado y elevadas a un nivel más alto de pureza
y santidad, y el número de los que por medio de sus enseñanzas
han alcanzado una experiencia más profunda y más rica, nunca se
conocerán hasta que toda la familia de los redimidos sea reunida
en el reino de Dios. La vida de Wesley encierra una lección de
incalculable valor para cada cristiano. ¡Ojalá que la fe y la humildad,
el celo incansable, la abnegación y el desprendimiento de este siervo
de Cristo se reflejasen en las iglesias de hoy!
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