Página 285 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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La Biblia y la Revolución Francesa
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crueldad que ni aun en la misma capital se veía cosa semejante. La
cuchilla de la máquina infernal no daba abasto a la tarea de matar
gente. Largas filas de cautivos sucumbían bajo descargas graneadas
de fusilería. Se abrían intencionalmente boquetes en las barcazas
sobrecargadas de cautivos. Lyon se había convertido en desierto.
En Arrás ni aun se concedía a los presos la cruel misericordia de
una muerte rápida. Por toda la ribera del Loira, río abajo desde
Saumur al mar, se veían grandes bandadas de cuervos y milanos que
devoraban los cadáveres desnudos que yacían unidos en abrazos
horrendos y repugnantes. No se hacía cuartel ni a sexo ni a edad. El
número de muchachos y doncellas menores de diecisiete años que
fueron asesinados por orden de aquel execrable gobierno se cuenta
por centenares. Pequeñuelos arrebatados del regazo de sus madres
eran ensartados de pica en pica entre las filas jacobinas.”
(Véase
el Apéndice.)
En apenas diez años perecieron multitudes de seres
humanos.
Todo esto era del agrado de Satanás. Con este fin había estado
trabajando desde hacía muchos siglos. Su política es el engaño desde
el principio hasta el fin, y su firme intento es acarrear a los hombres
dolor y miseria, desfigurar y corromper la obra de Dios, estorbar sus
planes divinos de benevolencia y amor, y de esta manera contristar
al cielo. Confunde con sus artimañas las mentes de los hombres
y hace que éstos achaquen a Dios la obra diabólica, como si toda
esta miseria fuera resultado de los planes del Creador. Asimismo,
cuando los que han sido degradados y embrutecidos por su cruel
dominio alcanzan su libertad, los impulsa al crimen, a los excesos
y a las atrocidades. Y luego los tiranos y los opresores se valen de
semejantes cuadros del libertinaje para ilustrar las consecuencias de
la libertad.
Cuando un disfraz del error ha sido descubierto, Satanás le da
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otro, y la gente lo saluda con el mismo entusiasmo con que acogió
el anterior. Cuando el pueblo descubrió que el romanismo era un
engaño, y él, Satanás, ya no podía conseguir por ese medio que se
violase la ley de Dios, optó entonces por hacerle creer que todas las
religiones eran engañosas y la Biblia una fábula; y arrojando lejos
de sí los estatutos divinos se entregó a una iniquidad desenfrenada.
El error fatal que ocasionó tantos males a los habitantes de Fran-
cia fué el desconocimiento de esta gran verdad: que la libertad bien