Página 308 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
distantes parecía pasar por una obscuridad como la de Egipto, casi
impenetrable para sus rayos.”—Isaías Thomas,
Massachusetts Spy;
or American Oracle of Liberty,
tomo 9, No. 472 (25 de mayo, 1780).
Un testigo ocular de la escena dice: “No pude substraerme, en aquel
momento, a la idea de que si todos los cuerpos luminosos del uni-
verso hubiesen quedado envueltos en impenetrable obscuridad, o
hubiesen dejado de existir, las tinieblas no habrían podido ser más
intensas.”—Carta del Dr. S. Tenney, de Exeter, N. H., diciembre de
1785 (
Massachusetts Historical Society Collections,
1792, serie 1,
tomo 1, pág. 97). Aunque la luna llegó aquella noche a su plenitud,
“no logró en lo más mínimo disipar las sombras sepulcrales.” Des-
pués de media noche desapareció la obscuridad, y cuando la luna
volvió a verse, parecía de sangre.
El 19 de mayo de 1780 figura en la historia como el “día obscu-
ro.” Desde el tiempo de Moisés, no se ha registrado jamás período
alguno de obscuridad tan densa y de igual extensión y duración. La
descripción de este acontecimiento que han hecho los historiadores
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no es más que un eco de las palabras del Señor, expresadas por el
profeta Joel, dos mil quinientos años antes de su cumplimiento: “El
sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el
día grande y espantoso de Jehová.”
Joel 2:31
.
Cristo había mandado a sus discípulos que se fijasen en las
señales de su advenimiento, y que se alegrasen cuando viesen las
pruebas de que se acercaba. “Cuando estas cosas comenzaren a
hacerse—dijo,—mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra
redención está cerca.” Llamó la atención de sus discípulos a los
árboles a punto de brotar en primavera, y dijo: “Cuando ya brotan,
viéndolo, de vosotros mismos entendéis que el verano está cerca.
Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, entended
que está cerca el reino de Dios.”
Lucas 21:28, 30, 31
.
Pero a medida que el espíritu de humildad y piedad fué reempla-
zado en la iglesia por el orgullo y formalismo, se enfriaron el amor
a Cristo y la fe en su venida. Absorbido por la mundanalidad y la
búsqueda de placeres, el profeso pueblo de Dios fué quedando ciego
y no vió las instrucciones del Señor referentes a las señales de su ve-
nida. La doctrina del segundo advenimiento había sido descuidada;
los pasajes de las Sagradas Escrituras que a ella se refieren fueron
obscurecidos por falsas interpretaciones, hasta quedar ignorados y