Página 339 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Una profecía significativa
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las palabras de esta profecía, y
guardan
las cosas en ella escritas:
porque el tiempo está cerca.”
Apocalipsis 1:1-3
.
El profeta dice: “Bienaventurado el que lee”—hay quienes no
quieren leer; la bendición no es para ellos. “Y los que oyen”—hay
algunos, también, que se niegan a oír cualquier cosa relativa a las
profecías; la bendición no es tampoco para esa clase de personas.
“Y guardan las cosas en ella escritas”— muchos se niegan a tomar
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en cuenta las amonestaciones e instrucciones contenidas en el Apo-
calipsis. Ninguno de ellos tiene derecho a la bendición prometida.
Todos los que ridiculizan los argumentos de la profecía y se mofan
de los símbolos dados solemnemente en ella, todos los que se nie-
gan a reformar sus vidas y a prepararse para la venida del Hijo del
hombre, no serán bendecidos.
Ante semejante testimonio de la Inspiración, ¿cómo se atreven
los hombres a enseñar que el Apocalipsis es un misterio fuera del
alcance de la inteligencia humana? Es un misterio revelado, un libro
abierto. El estudio del Apocalipsis nos lleva a las profecías de Daniel,
y ambos libros contienen enseñanzas de suma importancia, dadas
por Dios a los hombres, acerca de los acontecimientos que han de
desarrollarse al fin de la historia de este mundo.
A San Juan le fueron descubiertos cuadros de la experiencia de
la iglesia que resultaban de interés profundo y conmovedor. Vió las
circunstancias, los peligros, las luchas y la liberación final del pueblo
de Dios. Consigna los mensajes finales que han de hacer madurar
la mies de la tierra, ya sea en gavillas para el granero celestial, o
en manojos para los fuegos de la destrucción. Fuéronle revelados
asuntos de suma importancia, especialmente para la última iglesia,
con el objeto de que los que se volviesen del error a la verdad
pudiesen ser instruídos con respecto a los peligros y luchas que les
esperaban. Nadie necesita estar a obscuras en lo que concierne a lo
que ha de acontecer en la tierra.
¿Por qué existe, pues, esta ignorancia general acerca de tan im-
portante porción de las Escrituras? ¿Por qué es tan universal la falta
de voluntad para investigar sus enseñanzas? Es resultado de un es-
fuerzo del príncipe de las tinieblas para ocultar a los hombres lo
que revela sus engaños. Por esto Cristo, el Revelador, previendo la
guerra que se haría al estudio del Apocalipsis, pronunció una bendi-