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El Conflicto de los Siglos
la liga vil del orgullo humano y de las ambiciones egoístas. Hasta
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en el aposento de la cena pascual, en aquella hora solemne en que
su Maestro estaba entrando ya en las sombras de Getsemaní, “hubo
también entre ellos una contienda sobre quién de ellos debía estimar-
se como el mayor.”
Lucas 22:24 (VM)
. No veían más que el trono,
la corona y la gloria, cuando lo que tenían delante era el oprobio y
la agonía del huerto, el pretorio y la cruz del Calvario. Era el orgullo
de sus corazones, la sed de gloria mundana lo que les había indu-
cido a adherirse tan tenazmente a las falsas doctrinas de su tiempo,
y a no tener en cuenta las palabras del Salvador que exponían la
verdadera naturaleza de su reino y predecían su agonía y muerte. Y
estos errores remataron en prueba—dura pero necesaria—que Dios
permitió para escarmentarlos. Aunque los discípulos comprendieron
mal el sentido del mensaje y vieron frustrarse sus esperanzas, habían
predicado la amonestación que Dios les encomendara, y el Señor
iba a recompensar su fe y honrar su obediencia confiándoles la tarea
de proclamar a todas las naciones el glorioso Evangelio del Señor
resucitado. Y a fin de prepararlos para esta obra, había permitido
que pasaran por el trance que tan amargo les pareciera.
Después de su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos en el
camino de Emaús, y “comenzando desde Moisés y todos los profe-
tas, les iba interpretando en todas las Escrituras las cosas referentes
a él mismo.”
Lucas 24:27 (VM)
. Los corazones de los discípulos se
conmovieron. Su fe se reavivó. Fueron reengendrados “en esperanza
viva,” aun antes de que Jesús se revelase a ellos. El propósito de éste
era iluminar sus inteligencias y fundar su fe en la “palabra profética”
“más firme.” Deseaba que la verdad se arraigase firmemente en su
espíritu, no sólo porque era sostenida por su testimonio personal sino
a causa de las pruebas evidentes suministradas por los símbolos y
sombras de la ley típica, y por las profecías del Antiguo Testamento.
Era necesario que los discípulos de Cristo tuviesen una fe inteligen-
te, no sólo en beneficio propio, sino para comunicar al mundo el
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conocimiento de Cristo. Y como primer paso en la comunicación de
este conocimiento, Jesús dirigió a sus discípulos a “Moisés y todos
los profetas.” Tal fué el testimonio dado por el Salvador resucita-
do en cuanto al valor e importancia de las Escrituras del Antiguo
Testamento.