Luz a través de las tinieblas
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¡Qué cambio el que se efectuó en los corazones de los discí-
pulos cuando contemplaron una vez más el amado semblante de
su Maestro!
Lucas 24:32
. En un sentido más completo y perfecto
que nunca antes, habían hallado “a Aquel, de quien escribió Moisés
en la ley, y asimismo los profetas.” La incertidumbre, la angustia,
la desesperación, dejaron lugar a una seguridad perfecta, a una fe
serena. ¿Qué mucho entonces que después de su ascensión ellos
estuviesen “siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios”?
El pueblo, que no tenía conocimiento sino de la muerte ignominiosa
del Salvador, miraba para descubrir en sus semblantes una expre-
sión de dolor, confusión y derrota; pero sólo veía en ellos alegría y
triunfo. ¡Qué preparación la que habían recibido para la obra que
les esperaba! Habían pasado por la prueba más grande que les fuera
dable experimentar, y habían visto cómo, cuando a juicio humano
todo estaba perdido, la Palabra de Dios se había cumplido y había
salido triunfante. En lo sucesivo ¿qué podría hacer vacilar su fe, o
enfriar el ardor de su amor? En sus penas más amargas ellos tuvieron
“poderoso consuelo,” una esperanza que era “como ancla del alma,
segura y firme.”
Hebreos 6:18, 19 (VM)
. Habían comprobado la sa-
biduría y poder de Dios, y estaban persuadidos de “que ni la muerte,
ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni poderes, ni cosas
presentes, ni cosas por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra
cosa creada” podría apartarlos “del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús nuestro Señor.” “En todas estas cosas—decían—somos vence-
dores, y más aún, por medio de Aquel que nos amó.” “La Palabra
del Señor permanece para siempre.” Y “¿quién es el que condena?
¡Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que fué levantado de entre
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los muertos; el que está a la diestra de Dios; el que también intercede
por nosotros!”
Romanos 8:38, 39, 37
;
1 Pedro 1:25
;
Romanos 8:34
(VM)
.
El Señor dice: “Nunca jamás será mi pueblo avergonzado.”
Joel
2:26
. “Una noche podrá durar el lloro, mas a la mañana vendrá la
alegría.”
Salmos 30:5 (VM)
. Cuando en el día de su resurrección
estos discípulos encontraron al Salvador, y sus corazones ardieron
al escuchar sus palabras; cuando miraron su cabeza, sus manos y
sus pies que habían sido heridos por ellos; cuando antes de su as-
censión, Jesús les llevara hasta cerca de Betania y, levantando sus
manos para bendecirlos, les dijera: “Id por todo el mundo; predicad