Un gran despertar religioso
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El apóstol Pablo advirtió a la iglesia que no debía esperar la
venida de Cristo en tiempo de él. “Ese día—dijo—no puede venir,
sin que” haya venido “primero la apostasía,” y sin que haya sido
“revelado el hombre de pecado.”
2 Tesalonicenses 2:3 (VM)
. Sólo
después que se haya producido la gran apostasía y se haya cumplido
el largo período del reino del “hombre de pecado,” podemos espe-
rar el advenimiento de nuestro Señor. El “hombre de pecado,” que
también es llamado “misterio de iniquidad,” “hijo de perdición” y
“el inicuo,” representa al papado, el cual, como está predicho en las
profecías, conservaría su supremacía durante 1.260 años. Este perío-
do terminó en 1798. La venida del Señor no podía verificarse antes
de dicha fecha. San Pablo abarca con su aviso toda la dispensación
cristiana hasta el año 1798. Sólo después de esta fecha debía ser
proclamado el mensaje de la segunda venida de Cristo.
Semejante mensaje no se predicó en los siglos pasados. San
Pablo, como lo hemos visto, no lo predicó; predijo a sus hermanos
la venida de Cristo para un porvenir muy lejano. Los reformadores
no lo proclamaron tampoco. Martín Lutero fijó la fecha del juicio
para cerca de trescientos años después de su época. Pero desde 1798
el libro de Daniel ha sido desellado, la ciencia de las profecías ha
aumentado y muchos han proclamado el solemne mensaje del juicio
cercano.
Así como en el caso de la gran Reforma del siglo XVI, el movi-
miento adventista surgió simultáneamente en diferentes países de la
cristiandad. Tanto en Europa como en América, hubo hombres de
fe y de oración que fueron inducidos a estudiar las profecías, y que
al escudriñar la Palabra inspirada, hallaron pruebas convincentes
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de que el fin de todas las cosas era inminente. En diferentes países
había grupos aislados de cristianos, que por el solo estudio de las
Escrituras, llegaron a creer que el advenimiento del Señor estaba
cerca.
En 1821, tres años después de haber llegado Miller a su modo
de interpretar las profecías que fijan el tiempo del juicio, el Dr. José
Wolff, “el misionero universal,” empezó a proclamar la próxima ve-
nida del Señor. Wolff había nacido en Alemania, de origen israelita,
pues su padre era rabino. Desde muy temprano se convenció de la
verdad de la religión cristiana. Dotado de inteligencia viva y dada a
la investigación, solía prestar profunda atención a las conversaciones