Un gran despertar religioso
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entre ellos que no habían sido movidos por un motivo más elevado
que el miedo. Su profesión de fe no había mejorado sus corazones
ni sus vidas. Cuando el acontecimiento esperado no se realizó, esas
personas declararon que no estaban desengañadas; no habían creído
nunca que Cristo vendría. Fueron de los primeros en ridiculizar el
dolor de los verdaderos creyentes.
Pero Jesús y todas las huestes celestiales contemplaron con amor
y simpatía a los creyentes que fueron probados y fieles aunque
chasqueados. Si se hubiese podido descorrer el velo que separa el
mundo visible del invisible, se habrían visto ángeles que se acercaban
a esas almas resueltas y las protegían de los dardos de Satanás.
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