Página 379 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Una amonestación rechazada
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fué que “una ola de paganismo anegó la iglesia, trayendo consigo
sus costumbres, sus prácticas y sus ídolos.”—[
Gavazzi,
Lectures,
pág. 278.
] Una vez que la religión cristiana hubo ganado el favor y
el apoyo de los legisladores seculares, fué aceptada nominalmente
por multitudes; pero mientras éstas eran cristianas en apariencia,
muchos “permanecieron en el fondo paganos que seguían adorando
sus ídolos en secreto.”—[
Ibid
.
]
¿No ha sucedido otro tanto en casi todas las iglesias que se
llaman protestantes? Cuando murieron sus fundadores, que poseían
el verdadero espíritu de reforma, sus descendientes se adelantaron
y “dieron nueva forma a la causa.” Mientras se atenían ciegamente
[436]
al credo de sus padres y se negaban a aceptar cualquiera verdad
que fuese más allá de lo que veían, los hijos de los reformadores
se alejaron mucho de su ejemplo de humildad, de abnegación y de
renunciación al mundo. Así “la simplicidad primitiva desaparece.”
Una ola de mundanalidad invade la iglesia “trayendo consigo sus
costumbres, sus prácticas y sus ídolos.”
¡Ay, hasta qué grado esa amistad del mundo, que es “enemis-
tad contra Dios,” es fomentada actualmente entre los que profesan
ser discipulos de Cristo! ¡Cuánto no se han alejado las iglesias
nacionales de toda la cristiandad del modelo bíblico de humildad,
abnegación, sencillez y piedad! Juan Wesley decía, al hablar del
buen uso del dinero: “No malgastéis nada de tan precioso talento,
tan sólo por agradar a los ojos con superfluos y costosos atavíos o
con adornos innecesarios. No gastéis parte de él adornando prolija-
mente vuestras casas con muebles inutiles y costosos, con cuadros
costosos, pinturas y dorados... No gastéis nada para satisfacer la
soberbia de la vida, ni para obtener la admiración de los hombres...
‘Siempre que te halagues a ti mismo, los hombres hablarán bien de
ti.’ Siempre que te vistas ‘de púrpura y de lino fino blanco, y tengas
banquetes espléndidos todos los días,’ no faltará quien aplauda tu
elegancia, tu buen gusto, tu generosidad y tu rumbosa hospitalidad.
Pero no vayas a pagar tan caros sus aplausos. Conténtate más bien
con el honor que viene de Dios.’—Wesley,
Works,
sermón 50, sobre
el uso de dinero. Pero muchas iglesias actuales desprecian estas
enseñanzas.
Está de moda en el mundo hacer profesión de religión. Gober-
nantes, politicos, abogados, médicos y comerciantes se unen a la