Capítulo 23—Profecías cumplidas
Cuando hubo pasado el tiempo en que al principio se había espe-
rado la venida del Señor—la primavera de 1844—1os que así habían
esperado con fe su advenimiento se vieron envueltos durante algún
tiempo en la duda y la incertidumbre. Mientras que el mundo los
consideraba como completamente derrotados, y como si se hubiese
probado que habían estado acariciando un engaño, la fuente de su
consuelo seguía siendo la Palabra de Dios. Muchos continuaron es-
cudriñando las Santas Escrituras, examinando de nuevo las pruebas
de su fe, y estudiando detenidamente las profecías para obtener más
luz. El testimonio de la Biblia en apoyo de su actitud parecía claro y
concluyente. Había señales que no podían ser mal interpretadas y
que daban como cercana la venida de Cristo. La bendición especial
del Señor, manifestada tanto en la conversión de los pecadores como
en el reavivamiento de la vida espiritual entre los cristianos, había
probado que el mensaje provenía del cielo. Y aunque los creyentes
no podían explicar el chasco que habían sufrido abrigaban la seguri-
dad de que Dios los había dirigido en lo que habían experimentado.
Las profecías que ellos habían aplicado al tiempo del segundo
advenimiento iban acompañadas de instrucciones que correspondían
especialmente con su estado de incertidumbre e indecisión, y que
los animaban a esperar pacientemente, en la firme creencia de que
lo que entonces parecía obscuro a sus inteligencias sería aclarado a
su debido tiempo.
Entre estas profecías se encontraba la de
Habacuc 2:1-4
: “Me
pondré, dije, sobre mi atalaya, me colocaré sobre la fortaleza, y es-
taré mirando para ver qué me dirá Dios, y lo que yo he de responder
tocante a mi queja. A lo que respondió Jehová, y dijo: Escribe la
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visión, y escúlpela sobre tablillas, para que se pueda leer corrien-
temente. Porque la visión todavía tardará hasta el plazo señalado;
bien que se apresura hacia el fin, y no engañará la esperanza: aunque
tardare, aguárdala, porque de seguro vendrá, no se tardará. ¡Pero he
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