Página 389 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Profecías cumplidas
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número de los que lograra incluir entre los que profesaban creer en
el segundo advenimiento mientras su poder dirigía sus corazones,
tanto más fácil le sería señalarlos a la atención del mundo como
representantes de todo el cuerpo de creyentes.
Satanás es “el acusador de nuestros hermanos,” y es su espíritu el
que inspira a los hombres a acechar los errores y defectos del pueblo
de Dios, y a darles publicidad, mientras que no se hace mención
alguna de las buenas acciones de este mismo pueblo. Siempre está
activo cuando Dios obra para salvar las almas. Cuando los hijos de
Dios acuden a presentarse ante el Señor, Satanás viene también entre
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ellos. En cada despertamiento religioso está listo para introducir
a aquellos cuyos corazones no están santificados y cuyos espíritus
no están bien equilibrados. Cuando éstos han aceptado algunos
puntos de la verdad, y han conseguido formar parte del número
de los creyentes, él influye por conducto de ellos para introducir
teorías que engañarán a los incautos. El hecho de que una persona
se encuentre en compañía de los hijos de Dios, y hasta en el lugar de
culto y en torno a la mesa del Señor, no prueba que dicha persona
sea verdaderamente cristiana. Allí está con frecuencia Satanás en las
ocasiones más solemnes, bajo la forma de aquellos a quienes puede
emplear como agentes suyos.
El príncipe del mal disputa cada pulgada del terreno por el cual
avanza el pueblo de Dios en su peregrinación hacia la ciudad celes-
tial. En toda la historia de la iglesia, ninguna reforma ha sido llevada
a cabo sin encontrar serios obstáculos. Así aconteció en los días de
San Pablo. Dondequiera que el apóstol fundase una iglesia, había
algunos que profesaban aceptar la fe, pero que introducían herejías
que, de haber sido recibidas, habrían hecho desaparecer el amor a
la verdad. Lutero tuvo también que sufrir gran aprieto y angustia
debido a la conducta de fanáticos que pretendían que Dios había ha-
blado directamente por ellos, y que, por lo tanto, ponían sus propias
ideas y opiniones por encima del testimonio de las Santas Escrituras.
Muchos a quienes les faltaba fe y experiencia, pero a quienes les
sobraba confianza en sí mismos y a quienes les gustaba oír y contar
novedades, fueron engañados por los asertos de los nuevos maestros
y se unieron a los agentes de Satanás en la tarea de destruir lo que,
movido por Dios, Lutero había edificado. Y los Wesley, y otros que
por su influencia y su fe fueron causa de bendición para el mundo,