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El Conflicto de los Siglos
tropezaron a cada paso con las artimañas de Satanás, que consis-
tían en empujar a personas de celo exagerado, desequilibradas y no
santificadas a excesos de fanatismo de toda clase.
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Guillermo Miller no simpatizaba con aquellas influencias que
conducían al fanatismo. Declaró, como Lutero, que todo espíritu
debía ser probado por la Palabra de Dios. “El Diablo—decía Miller—
tiene gran poder en los ánimos de algunas personas de nuestra época.
¿Y cómo sabremos de qué espíritu provienen? La Biblia contesta:
‘Por sus frutos los conoceréis.’ ... Hay muchos espíritus en el mundo,
y se nos manda que los probemos. El espíritu que no nos hace vivir
sobria, justa y piadosamente en este mundo, no es de Cristo. Estoy
más y más convencido de que Satanás tiene mucho que ver con estos
movimientos desordenados... Muchos de los que entre nosotros
aseveran estar completamente santificados, no hacen más que seguir
las tradiciones de los hombres, y parecen ignorar la verdad tanto
como otros que no hacen tales asertos.”—Bliss, págs. 236, 237. “El
espíritu de error nos alejará de la verdad, mientras que el Espíritu
de Dios nos conducirá a ella. Pero, decís vosotros, una persona
puede estar en el error y pensar que posee la verdad. ¿Qué hacer
en tal caso? A lo que contestamos: el Espíritu y la Palabra están de
acuerdo. Si alguien se juzga a si mismo por la Palabra de Dios y
encuentra armonía perfecta en toda la Palabra, entonces debe creer
que posee la verdad; pero si encuentra que el espíritu que le guía
no armoniza con todo el contenido de la ley de Dios o su Libro,
ande entonces cuidadosamente para no ser apresado en la trampa del
diablo.”—
The Advent Herald and Signs of the Times Reporter 8, No.
23 (15 de noviembre de 1845)
. “Muchas veces, al notar una mirada
benigna, una mejilla humedecida y unas palabras entrecortadas, he
visto mayor prueba de piedad interna que en todo el ruido de la
cristiandad.”—Bliss, 282.
En los días de la Reforma, los adversarios de ésta achacaron
todos los males del fanatismo a quienes lo estaban combatiendo
con el mayor ardor. Algo semejante hicieron los adversarios del
movimiento adventista. Y no contentos con desfigurar y abultar
los errores de los extremistas y fanáticos, hicieron circular noticias
desfavorables que no tenían el menor viso de verdad. Esas personas
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eran dominadas por prejuicios y odios. La proclamación de la venida
inminente de Cristo les perturbaba la paz. Temían que pudiese ser