Página 402 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
predichos en la explicación de ese período hallada en.
Daniel 9:25-
27
. Sesenta y nueve semanas, o los 483 primeros años de los 2.300
años debían alcanzar hasta el Mesías, el Ungido; y el bautismo de
Cristo y su unción por el Espíritu Santo, en el año 27 de nuestra era,
cumplían exactamente la predicción. En medio de la septuagésima
semana, el Mesías había de ser muerto. Tres años y medio después
de su bautismo, Cristo fué crucificado, en la primavera del año
31. Las setenta semanas, o 490 años, les tocaban especialmente
a los judíos. Al fin del período, la nación selló su rechazamiento
de Cristo con la persecución de sus discípulos, y los apóstoles se
volvieron hacia los gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo
terminado entonces los 490 primeros años de los 2.300, quedaban
aún 1.810 años. Contando desde el año 34, 1.810 años llegan a 1844.
“Entonces—había dicho el ángel—será purificado el Santuario.” Era
indudable que todas las anteriores predicciones de la profecía se
habían cumplido en el tiempo señalado.
En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos la circunstan-
cia de que en 1844 no se veía acontecimiento alguno que correspon-
diese a la purificación del santuario. Negar que los días terminaban
en esa fecha equivalía a confundir todo el asunto y a abandonar
creencias fundadas en el cumplimiento indudable de las profecías.
Pero Dios había dirigido a su pueblo en el gran movimiento
adventista; su poder y su gloria habían acompañado la obra, y él no
permitiría que ésta terminase en la obscuridad y en un chasco, para
que se la cubriese de oprobio como si fuese una mera excitación mór-
bida y producto del fanatismo. No iba a dejar su Palabra envuelta en
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dudas e incertidumbres. Aunque muchos abandonaron sus primeros
cálculos de los períodos proféticos, y negaron la exactitud del movi-
miento basado en ellos, otros no estaban dispuestos a negar puntos
de fe y de experiencia que estaban sostenidos por las Sagradas Escri-
turas y por el testimonio del Espíritu de Dios. Creían haber adoptado
en sus estudios de las profecías sanos principios de interpretación, y
que era su deber atenerse firmemente a las verdades ya adquiridas, y
seguir en el mismo camino de la investigación bíblica. Orando con
fervor, volvieron a considerar su situación, y estudiaron las Santas
Escrituras para descubrir su error. Como no encontraran ninguno en
sus cálculos de los períodos proféticos, fueron inducidos a examinar
más de cerca la cuestión del santuario.
(véase el Apéndice)