Página 421 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Jesucristo nuestro abogado
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recibir el perdón de sus pecados y no ser separados de la congre-
gación. ¡Cuánto más esencial es que en nuestra época antitípica de
la expiación comprendamos la obra de nuestro Sumo Sacerdote, y
sepamos qué deberes nos incumben!
Los hombres no pueden rechazar impunemente los avisos que
Dios les envía en su misericordia. Un mensaje fué enviado del
cielo al mundo en tiempo de Noé, y la salvación de los hombres
dependía de la manera en que aceptaran ese mensaje. Por el hecho
de que ella había rechazado la amonestación, el Espíritu de Dios se
retiró de la raza pecadora que pereció en las aguas del diluvio. En
tiempo de Abrahán la misericordia dejó de alegar con los culpables
vecinos de Sodoma, y todos, excepto Lot con su mujer y dos hijas,
fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo. Otro tanto
sucedió en días de Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos
incrédulos de aquella generación: “He aquí vuestra casa os es dejada
desierta.”
Mateo 23:38
. Considerando los últimos días, el mismo
Poder Infinito declara respecto de los que “no recibieron el amor de
la verdad para ser salvos”: “Por lo tanto, les envía Dios operación de
error, para que crean a la mentira; para que sean condenados todos
los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad.”
2
Tesalonicenses 2:10-12
. A medida que se rechazan las enseñanzas
de su Palabra, Dios retira su Espíritu y deja a los hombres en brazos
del engaño que tanto les gusta.
Pero Cristo intercede aún por el hombre, y se otorgará luz a
los que la buscan. Aunque esto no lo comprendieron al principio
los adventistas, les resultó claro después, a medida que los pasajes
bíblicos que definen la verdadera posición de ellos empezaron a
hacerse inteligibles.
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Cuando pasó la fecha fijada para 1844, hubo un tiempo de gran
prueba para los que conservaban aún la fe adventista. Su único
alivio en lo concerniente a determinar su verdadera situación, fué
la luz que dirigió su espíritu hacia el santuario celestial. Algunos
dejaron de creer en la manera en que habían calculado antes los
períodos proféticos, y atribuyeron a factores humanos o satánicos
la poderosa influencia del Espíritu Santo que había acompañado al
movimiento adventista. Otros creyeron firmemente que el Señor los
había conducido en su vida pasada; y mientras esperaban, velaban
y oraban para conocer la voluntad de Dios, llegaron a comprender