Página 441 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Una obra de reforma
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tría imperante, perdieron el conocimiento de la ley de Dios, pero
cuando el Señor libró a Israel, proclamó su ley con terrible majestad
a la multitud reunida para que todos conociesen su voluntad y le
temiesen y obedeciesen para siempre.
Desde aquel día hasta hoy, el conocimiento de la ley de Dios se
ha conservado en la tierra, y se ha guardado el sábado del cuarto
mandamiento. A pesar de que el “hombre de pecado” logró pisotear
el día santo de Dios hubo, aun en la época de su supremacía, almas
fieles escondidas en lugares secretos, que supieron honrarlo. Desde
la Reforma, hubo en cada generación algunas almas que mantuvieron
viva su observancia. Aunque fué a menudo en medio de oprobios
y persecuciones, nunca se dejó de rendir testimonio constante al
carácter perpetuo de la ley de Dios y a la obligación sagrada del
sábado de la creación.
Estas verdades, tal cual están presentadas en
Apocalipsis 14
,
en relación con el “evangelio eterno,” serán lo que distinga a la
iglesia de Cristo cuando él aparezca. Pues, como resultado del triple
mensaje, se dice: “Aquí están los que guardan los mandamientos
de Dios, y la fe de Jesús.” Y éste es el último mensaje que se ha
de dar antes que venga el Señor. Inmediatamente después de su
proclamación, el profeta vió al Hijo del hombre venir en gloria para
segar la mies de la tierra.
Los que recibieron la luz relativa al santuario y a la inmutabilidad
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de la ley de Dios, se llenaron de alegría y admiración al ver la
belleza y armonía del conjunto de verdad que fué revelado a sus
inteligencias. Deseaban que esa luz que tan preciosa les resultaba
fuese comunicada a todos los cristianos, y no podían menos que creer
que la aceptarían con alborozo. Pero las verdades que no podían
sino ponerlos en desavenencia con el mundo no fueron bienvenidas
para muchos que profesaban ser discípulos de Cristo. La obediencia
al cuarto mandamiento exigía un sacrificio ante el cual la mayoría
retrocedía.
Cuando se presentaban las exigencias del sábado, muchos ar-
güían desde el punto de vista mundano, diciendo: “Siempre hemos
guardado el domingo, nuestros padres lo guardaron, y muchos hom-
bres buenos y piadosos han muerto felices observándolo. Si ellos
tuvieron razón, nosotros también la tenemos. La observancia de este
nuevo día de reposo nos haría discrepar con el mundo, y no ten-