Página 442 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
dríamos influencia sobre él. ¿Qué puede esperar hacer un pequeño
grupo de observadores del séptimo día contra todo el mundo que
guarda el domingo?” Con argumentos semejantes procurarían los
judíos justificar la manera en que rechazaron a Cristo. Sus padres
habían agradado a Dios presentándole ofrendas y sacrificios, ¿por
qué no alcanzarían los hijos salvación siguiendo el mismo camino?
Así también, en días de Lutero, los papistas decían que cristianos
verdaderos habían muerto en la fe católica, y que por consiguiente
esa religión bastaba para salvarse. Este modo de argumentar iba a
resultar en verdadero obstáculo para todo progreso en la fe y en la
práctica de la religión.
Muchos insistían en que la observancia del domingo había sido
una doctrina establecida y una costumbre muy general de la iglesia
durante muchos siglos. Contra este argumento se adujo el de que el
sábado y su observancia eran más antiguos y se habían generalizado
más; que eran tan antiguos como el mismo mundo, y que llevaban
la sanción de los ángeles y de Dios. Cuando fueron puestos los
fundamentos de la tierra, cuando los astros de la mañana alababan a
una, y se regocijaban todos los hijos de Dios, entonces fué puesto el
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fundamento del sábado.
Job 38:6, 7
;
Génesis 2:1-3
. Bien puede esta
institución exigir nuestra reverencia: no fué ordenada por ninguna
autoridad humana, ni descansa sobre ninguna tradición humana; fué
establecida por el Anciano de días y ordenada por su Palabra eterna.
Cuando se llamó la atención de la gente a la reforma tocante al
sábado, sus ministros torcieron la Palabra de Dios, interpretándola
del modo que mejor tranquilizara los espíritus inquisitivos. Y los
que no escudriñaban las Escrituras por sí mismos se contentaron con
aceptar las conclusiones que estaban en conformidad con sus deseos.
Mediante argumentos y sofismas, con las tradiciones de los padres y
la autoridad de la iglesia, muchos trataron de echar abajo la verdad.
Pero los defensores de ella recurrieron a la Biblia para defender
la validez del cuarto mandamiento. Humildes cristianos, armados
con sólo la Palabra de verdad, resistieron los ataques de hombres
de saber, que, con sorpresa e ira, tuvieron que convencerse de la
ineficacia de sus elocuentes sofismas ante los argumentos sencillos
y contundentes de hombres versados en las Sagradas Escrituras más
bien que en las sutilezas de las escuelas.