Una obra de reforma
443
El gran obstáculo que se opone a la aceptación y a la proclama-
ción de la verdad, es la circunstancia de que ella acarrea inconve-
nientes y oprobio. Este es el único argumento contra la verdad que
sus defensores no han podido nunca refutar. Pero esto no arredra
a los verdaderos siervos de Cristo. Ellos no esperan hasta que la
verdad se haga popular. Convencidos como lo están de su deber,
aceptan resueltamente la cruz, confiados con el apóstol Pablo en
que “lo momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un so-
bremanera alto y eterno peso de gloria,” “teniendo—como antaño
Moisés—por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros
de los Egipcios.”
2 Corintios 4:17
;
Hebreos 11:26
.
Cualquiera que sea su profesión de fe, sólo los que son esclavos
del mundo en sus corazones obran por política más bien que por
principio en asuntos religiosos. Debemos escoger lo justo porque es
justo, y dejar a Dios las consecuencias. El mundo debe sus grandes
reformas a los hombres de principios, fe y arrojo. Esos son los
hombres capaces de llevar adelante la obra de reforma para nuestra
época.
Así dice el Señor: “¡Escuchadme, los que conocéis la justicia,
pueblo en cuyo corazón está mi ley! no temáis el vituperio de los
hombres, ni os acobardéis con motivo de sus ultrajes: porque como
a un vestido, los consumirá la polilla, y, como a lana, los consumirá
el gusano; mas mi justicia durará para siempre, y mi salvación de
siglo en siglo.”
Isaías 51:7, 8 (VM)
.
[514]