La verdadera conversión es esencial
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que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento, tratará
de evitarlo introduciendo una falsa imitación. Hará aparecer como
que la bendición especial de Dios es derramada sobre las iglesias
que pueda colocar bajo su poder seductor; allí se manifestará lo que
se considerará como un gran interés por lo religioso. Multitudes se
alegrarán de que Dios esté obrando maravillosamente en su favor,
cuando, en realidad, la obra provendrá de otro espíritu. Bajo un
disfraz religioso, Satanás tratará de extender su influencia sobre el
mundo cristiano.
En muchos de los despertamientos religiosos que se han produ-
cido durante el último medio siglo, se han dejado sentir, en mayor o
menor grado, las mismas influencias que se ejercerán en los movi-
mientos venideros más extensos. Hay una agitación emotiva, mezcla
de lo verdadero con lo falso, muy apropiada para extraviar a uno.
No obstante, nadie necesita ser seducido. A la luz de la Palabra de
Dios no es difícil determinar la naturaleza de estos movimientos.
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Dondequiera que los hombres descuiden el testimonio de la Biblia y
se alejen de las verdades claras que sirven para probar el alma y que
requieren abnegación y desprendimiento del mundo, podemos estar
seguros de que Dios no dispensa allí sus bendiciones. Y al aplicar
la regla que Cristo mismo dió: “Por sus frutos los conoceréis” (
Ma-
teo 7:16
), resulta evidente que estos movimientos no son obra del
Espíritu de Dios.
En las verdades de su Palabra, Dios ha dado a los hombres una
revelación de sí mismo, y a todos los que las aceptan les sirven
de escudo contra los engaños de Satanás. El descuido en que se
tuvieron estas verdades fué lo que abrió la puerta a los males que se
están propagando ahora tanto en el mundo religioso. Se ha perdido
de vista en sumo grado la naturaleza e importancia de la ley de Dios.
Un concepto falso del carácter perpetuo y obligatorio de la ley divina
ha hecho incurrir en errores respecto a la conversión y santificación,
y como resultado se ha rebajado el nivel de la piedad en la iglesia.
En esto reside el secreto de la ausencia del Espíritu y poder de Dios
en los despertamientos religiosos de nuestros tiempos.
Hay en las diversas denominaciones hombres eminentes por su
piedad, que reconocen y deploran este hecho. El profesor Eduardo
A. Park, al exponer los peligros religiosos corrientes, dice acerta-
damente: “Una de las fuentes de peligros es el hecho de que los