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El Conflicto de los Siglos
un momento se apaga pronto y deja la obscuridad más densa que
antes.
Los avivamientos populares son provocados demasiado a menu-
do por llamamientos a la imaginación, que excitan las emociones
y satisfacen la inclinación por lo nuevo y extraordinario. Los con-
versos ganados de este modo manifiestan poco deseo de escuchar
la verdad bíblica, y poco interés en el testimonio de los profetas y
apóstoles. El servicio religioso que no revista un carácter un tanto
sensacional no tiene atractivo para ellos. Un mensaje que apela a
la fría razón no despierta eco alguno en ellos. No tienen en cuen-
ta las claras amonestaciones de la Palabra de Dios que se refieren
directamente a sus intereses eternos.
Para toda alma verdaderamente convertida la relación con Dios
y con las cosas eternas será el gran tema de la vida. ¿Pero dónde
se nota, en las iglesias populares de nuestros días, el espíritu de
consagración a Dios? Los conversos no renuncian a su orgullo ni al
amor del mundo. No están más dispuestos a negarse a sí mismos, a
llevar la cruz y a seguir al manso y humilde Jesús, que antes de su
conversión. La religión se ha vuelto objeto de burla de los infieles y
escépticos, debido a que tantos de los que la profesan ignoran sus
principios. El poder de la piedad ha desaparecido casi enteramente
de muchas de las iglesias. Las comidas campestres, las represen-
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taciones teatrales en las iglesias, los bazares, las casas elegantes y
la ostentación personal han alejado de Dios los pensamientos de la
gente. Tierras y bienes y ocupaciones mundanas llenan el espíritu,
mientras que las cosas de interés eterno se consideran apenas dignas
de atención.
A pesar del decaimiento general de la fe y de la piedad, hay en
esas iglesias verdaderos discípulos de Cristo. Antes que los juicios de
Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor
un avivamiento de la piedad primitiva, cual no se ha visto nunca
desde los tiempos apostólicos. El Espíritu y el poder de Dios serán
derramados sobre sus hijos. Entonces muchos se separarán de esas
iglesias en las cuales el amor de este mundo ha suplantado al amor de
Dios y de su Palabra. Muchos, tanto ministros como laicos, aceptarán
gustosamente esas grandes verdades que Dios ha hecho proclamar
en este tiempo a fin de preparar un pueblo para la segunda venida
del Señor. El enemigo de las almas desea impedir esta obra, y antes