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El Conflicto de los Siglos
de vida que contrastan por completo con sus hábitos y deseos, y por
esto se rebelan contra él. Aborrecen la pureza que pone de manifies-
to y condena sus pecados, y persiguen y dan muerte a quienes los
instan a reconocer sus sagrados y justos requerimientos. Por esto, es
decir, por los odios y disensiones que despiertan las verdades que
trae consigo, el Evangelio se llama una espada.
La providencia misteriosa que permite que los justos sufran per-
secución por parte de los malvados, ha sido causa de gran perplejidad
para muchos que son débiles en la fe. Hasta los hay que se sienten
tentados a abandonar su confianza en Dios porque él permite que los
hombres más viles prosperen, mientras que los mejores y los más
puros sean afligidos y atormentados por el cruel poderío de aquéllos.
¿Cómo es posible, dicen ellos, que Uno que es todo justicia y mise-
ricordia y cuyo poder es infinito tolere tanta injusticia y opresión?
Es una cuestión que no nos incumbe. Dios nos ha dado suficientes
evidencias de su amor, y no debemos dudar de su bondad porque
no entendamos los actos de su providencia. Previendo las dudas
que asaltarían a sus discípulos en días de pruebas y obscuridad, el
Salvador les dijo: “Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No
es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también
a vosotros perseguirán.”
Juan 15:20
. Jesús sufrió por nosotros más
de lo que cualquiera de sus discípulos pueda sufrir al ser víctima de
la crueldad de los malvados. Los que son llamados a sufrir la tortura
y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de
Dios.
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“El Señor no tarda su promesa.”
2 Pedro 3:9
. El no se olvida de
sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados que pongan
de manifiesto su verdadero carácter para que ninguno de los que
quieran hacer la voluntad de Dios sea engañado con respecto a
ellos. Además, los rectos pasan por el horno de la aflicción para ser
purificados y para que por su ejemplo otros queden convencidos
de que la fe y la santidad son realidades, y finalmente para que su
conducta intachable condene a los impíos y a los incrédulos.
Dios permite que los malvados prosperen y manifiesten su ene-
mistad contra él, para que cuando hayan llenado la medida de su
iniquidad, todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios
en la completa destrucción de aquéllos. Pronto llega el día de la
venganza del Señor, cuando todos los que hayan transgredido su ley