Página 504 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
científicas con las declaraciones de las Sagradas Escrituras. Son mu-
chos los que dan por hechos científicos lo que no pasa de ser meras
teorías y elucubraciones, y piensan que la Palabra de Dios debe ser
probada por las enseñanzas de “la falsamente llamada ciencia.”
1
Timoteo 6:20
. El Creador y sus obras les resultan incomprensibles;
y como no pueden explicarlos por las leyes naturales, consideran la
historia bíblica como si no mereciese fe. Los que dudan de la verdad
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de las narraciones del Antiguo Testamento y del Nuevo, dan a menu-
do un paso más y dudan de la existencia de Dios y atribuyen poder
infinito a la naturaleza. Habiendo perdido su ancla son arrastrados
hacia las rocas de la incredulidad.
Es así como muchos se alejan de la fe y son seducidos por el
diablo. Los hombres procuraron hacerse más sabios que su Creador;
la filosofía intentó sondear y explicar misterios que no serán jamás
revelados en el curso infinito de las edades. Si los hombres se limita-
sen a escudriñar y comprender tan sólo lo que Dios les ha revelado
respecto de sí mismo y de sus propósitos, llegarían a tal concepto
de la gloria, majestad y poder de Jehová, que se darían cuenta de su
propia pequeñez y se contentarían con lo que fué revelado para ellos
y sus híjos.
Una de las seducciones magistrales de Satanás consiste en mante-
ner a los espíritus de los hombres investigando y haciendo conjeturas
sobre las cosas que Dios no ha dado a conocer y que no quiere que
entendamos. Así fué como Lucifer perdió su puesto en el cielo. Se
indispuso porque no le fueron revelados todos los secretos de los de-
signios de Dios, y no se fijó en lo que le había sido revelado respecto
a su propia obra y al elevado puesto que le había sido asignado. Al
provocar el mismo descontento entre los ángeles que estaban bajo
sus órdenes, causó la caída de ellos. En nuestros días trata de llenar
las mentes de los hombres con el mismo espíritu y de inducirlos
además a despreciar los mandamientos directos de Dios.
Los que no quieren aceptar las verdades claras y contundentes
de la Biblia están siempre buscando fábulas agradables que tran-
quilicen la conciencia. Mientras menos apelen a la espiritualidad, a
la abnegación y a la humildad las doctrinas presentadas, mayor es
la aceptación de que gozan. Esas personas degradan sus facultades
intelectuales para servir sus deseos carnales. Demasiado sabías en
su propia opinión para escudriñar las Santas Escrituras con contri-