Página 522 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
Los que han escogido a Satanás por jefe, y que se han puesto
bajo su poder, no están preparados para entrar en la presencia de
Dios. El orgullo, el engaño, la impureza, la crueldad se han arraigado
en sus caracteres. ¿Pueden entonces entrar en el cielo para morar
eternamente con aquellos a quienes despreciaron y odiaron en la
tierra? La verdad no agradará nunca al mentiroso; la mansedumbre
no satisfará jamás a la vanidad y al orgullo; la pureza no puede ser
aceptada por el disoluto; el amor desinteresado no tiene atractivo
para el egoísta. ¿Qué goces podría ofrecer el cielo a los que están
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completamente absorbidos en los intereses egoístas de la tierra?
¿Acaso podrían aquellos que han pasado su vida en rebelión
contra Dios ser transportados de pronto al cielo y contemplar el
alto y santo estado de perfección que allí se ve, donde toda alma
rebosa de amor, todo semblante irradia alegría, la música arrobadora
se eleva en acordes melodiosos en honor a Dios y al Cordero, y
brotan raudales de luz del rostro de Aquel que está sentado en el
trono e inundan a los redimidos? ¿Podrían acaso aquellos cuyos
corazones están llenos de odio hacia Dios y a la verdad y a la
santidad alternar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de
alabanza? ¿Podrían soportar la gloria de Dios y del Cordero?—No,
no; años de prueba les fueron concedidos para que pudiesen formar
caracteres para el cielo; pero nunca se acostumbraron a amar lo que
es puro; nunca aprendieron el lenguaje del cielo, y ya es demasiado
tarde. Una vida de rebelión contra Dios los ha inhabilitado para el
cielo. La pureza, la santidad y la paz que reinan allí serían para ellos
un tormento; la gloria de Dios, un fuego consumidor. Ansiarían huir
de aquel santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriese de
la faz de Aquel que murió para redimirlos. La suerte de los malos
queda determinada por la propia elección de ellos. Su exclusión
del cielo es un acto de su propia voluntad y un acto de justicia y
misericordia por parte de Dios.
Del mismo modo que las aguas del diluvio, las llamas del gran
día proclamarán el veredicto de Dios de que los malos son incu-
rables. Ellos no tienen ninguna disposición para someterse a la
autoridad divina. Han ejercitado su voluntad en la rebeldía; y cuando
termine la vida será demasiado tarde para desviar la corriente de sus
pensamientos en sentido opuesto, demasiado tarde para volverse de
la transgresión hacia la obediencia, del odio hacia el amor.