Página 526 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
podido decir San Pablo que si no hay resurrección, “también los
que durmieron en Cristo, son perdidos”? No habría necesidad de
resurrección.
El mártir Tyndale, refiriéndose al estado de los muertos, decla-
ró: “Confieso francamente que no estoy convencido de que ellos
gocen ya de la plenitud de gloria en que se encuentran Dios y los
ángeles elegidos. Ni es tampoco artículo de mi fe; pues si así fuera,
entonces no puedo menos que ver que sería vana la predicación
de la resurrección de la carne.”—Guillermo Tyndale, en el prólo-
go de su traducción del Nuevo Testamento, reimpreso en
British
Reformers—Tindal, Frith, Barnes,
349.
Es un hecho incontestable que la esperanza de pasar al morir a
la felicidad eterna ha llevado a un descuido general de la doctrina
bíblica de la resurrección. Esta tendencia ha sido notada por el Dr.
Adán Clarke, quien escribió: “¡La doctrina de la resurrección parece
haber sido mirada por los cristianos como si tuviera una importancia
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mucho mayor que la que se le concede
hoy!
¿Cómo es eso? Los
apóstoles insistían siempre en ella y por medio de ella incitaban
a los discípulos de Cristo a que fuesen diligentes, obedientes y de
buen ánimo. Pero sus sucesores actuales casi nunca la mencionan.
Tal la predicación de los apóstoles, y tal la fe de los primitivos
cristianos; tal nuestra predicación y tal la fe de los que nos escuchan.
No hay doctrina en la que el Evangelio insista más; y no hay doctrina
que la predicación de nuestros días trate con mayor descuido.”—
[
Commentary on the New Testament,
tomo II, comentario general
de (
1 Corintios 15
), pág. 3.
]
Y así siguieron las cosas hasta resultar en que la gloriosa verdad
de la resurrección quedó casi completamente obscurecida y perdida
de vista por el mundo cristiano. Es así que un escritor religioso
autorizado, comentando las palabras de San Pablo en
1 Tesaloni-
censes 4:13-18
, dice: “Para todos los fines prácticos de consuelo, la
doctrina de la inmortalidad bienaventurada de los justos reemplaza
para nosotros cualquier doctrina dudosa de la segunda venida del
Señor. Cuando morimos es cuando el Señor viene a buscarnos. Eso
es lo que tenemos que esperar y para lo que debemos estar preca-
vidos. Los muertos ya han entrado en la gloria. Ellos no esperan
el sonido de la trompeta para comparecer en juicio y entrar en la
bienaventuranza.”