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El Conflicto de los Siglos
para la destrucción de las almas. Muchos hombres serán entrampa-
dos por la creencia de que el espiritismo es tan sólo una impostura
humana; pero cuando sean puestos en presencia de manifestacio-
nes cuyo carácter sobrenatural no pueda negarse, serán seducidos y
obligados a aceptarlas como revelación del poder divino.
Estas personas no toman en cuenta el testimonio de las Santas
Escrituras respecto a los milagros de Satanás y de sus agentes. No
fué sino mediante la ayuda de Satanás que los nigromantes de Faraón
pudieron imitar la acción de Dios. San Pablo declara que antes de la
segunda venida de Cristo habrá manifestaciones análogas del poder
satánico. La venida del Señor debe ser precedida de la “operación de
Satanás, con todo poder, y con señales, y con maravillas mentirosas,
y con todo el artificio de la injusticia.”
2 Tesalonicenses 2:9, 10
(VM)
. Y el apóstol San Juan, describiendo el poder milagroso que
se ha de dar a conocer en los últimos días, declara: “Obra grandes
prodigios, de tal modo que hace descender fuego del cielo a la tierra,
a la vista de los hombres. Y engaña a los que habitan sobre la
tierra, por medio de las señales que se le ha dado poder de hacer.”
Apocalipsis 13:13, 14 (VM)
. Lo que se predice aquí no es una simple
impostura. Los hombres serán engañados por los milagros que los
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agentes de Satanás no sólo pretenderán hacer, sino que de hecho
tendrán poder para realizar.
El príncipe de las tinieblas, que por tanto tiempo ha estado em-
pleando los poderes de su inteligencia superior en la obra de engaño,
adapta hábilmente sus tentaciones a los hombres de todas las clases
y condiciones. A las personas cultas y refinadas les presenta el espi-
ritismo bajo sus aspectos más sutiles e intelectuales, y así consigue
atraer a muchos a sus redes. La sabiduría que comunica el espiri-
tismo es la que describe el apóstol Santiago, la cual “no es la que
desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica.”
Santiago 3:15
.
Y esto es, precisamente, lo que encubre el gran seductor cuando
el sigilo es lo que más conviene a sus fines. El que, vestido con el
brillo de celestiales serafines, pudo aparecer ante Cristo para tentarle
en el desierto, suele presentarse también a los hombres del modo
más atractivo, cual si fuere ángel de luz. Apela a la razón por la
presentación de temas elevados; deleita los sentidos con escenas que
cautivan y conquistan los afectos por medio de imágenes elocuentes
de amor y caridad. Excita la imaginación en sublimes arrebatos e