Página 549 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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La libertad de conciencia amenazada
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día debido a lo mucho que éste ha degenerado desde los días de los
reformadores.
Mientras las iglesias protestantes han estado buscando el favor
del mundo, una falsa caridad las ha cegado. Se figuran que es justo
pensar bien de todo mal; y el resultado inevitable será que al fin
pensarán mal de todo bien. En lugar de salir en defensa de la fe que
fué dada antiguamente a los santos, no parecen sino disculparse ante
Roma por haberla juzgado con tan poca caridad y pedirle perdón
por la estrechez de miras que manifestaron.
Muchos, aun entre los que no favorecen al romanismo, se dan
poca cuenta del peligro con que les amenaza el poder y la influencia
de Roma. Insisten en que las tinieblas intelectuales y morales que
prevalecían en la Edad Media favorecían la propagación de sus dog-
mas y supersticiones junto con la opresión, y que el mayor caudal de
inteligencia de los tiempos modernos, la difusión general de conoci-
mientos y la libertad siempre mayor en materia de religión, impiden
el reavivamiento de la intolerancia y de la tiranía. Se ridiculiza la
misma idea de que pudiera volver un estado de cosas semejante en
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nuestros tiempos de luces. Es verdad que sobre esta generación brilla
mucha luz intelectual, moral y religiosa. De las páginas abiertas de
la santa Palabra de Dios, ha brotado luz del cielo sobre la tierra. Pero
no hay que olvidar que cuanto mayor sea la luz concedida, tanto más
densas también son las tinieblas de aquellos que la pervierten o la
rechazan.
Un estudio de la Biblia hecho con oración mostraría a los pro-
testantes el verdadero carácter del papado y se lo haría aborrecer
y rehuir; pero muchos son tan sabios en su propia opinión que no
sienten ninguna necesidad de buscar humildemente a Dios para ser
conducidos a la verdad. Aunque se enorgullecen de su ilustración,
desconocen tanto las Sagradas Escrituras como el poder de Dios. Ne-
cesitan algo para calmar sus conciencias, y buscan lo que es menos
espiritual y humillante. Lo que desean es un modo de olvidar a Dios,
pero que parezca recordarlo. El papado responde perfectamente a
las necesidades de todas esas personas. Es adecuado a dos clases de
seres humanos que abarcan casi a todo el mundo: los que quisieran
salvarse por sus méritos, y los que quisieran salvarse en sus pecados.
Tal es el secreto de su poder.