Capítulo 38—Nuestra única salvaguardia
“¡A la ley y al testimonio! si no hablaren conforme a esta palabra,
son aquellos para quienes no ha amanecido.”
Isaías 8:20 (VM)
. Al
pueblo de Dios se le indica que busque en las Sagradas Escrituras su
salvaguardia contra las influencias de los falsos maestros y el poder
seductor de los espíritus tenebrosos. Satanás emplea cuantos medios
puede para impedir que los hombres conozcan la Biblia, cuyo claro
lenguaje revela sus engaños. En ocasión de cada avivamiento de la
obra de Dios, el príncipe del mal actúa con mayor energía; en la
actualidad está haciendo esfuerzos desesperados preparándose para
la lucha final contra Cristo y sus discípulos. El último gran engaño
se desplegará pronto ante nosotros. El Anticristo va a efectuar ante
nuestra vista obras maravillosas. El contrahacimiento se asemejará
tanto a la realidad, que será imposible distinguirlos sin el auxilio de
las Santas Escrituras. Ellas son las que deben atestiguar en favor o
en contra de toda declaración, de todo milagro.
Se hará oposición y se ridiculizará a los que traten de obedecer a
todos los mandamientos de Dios. Ellos no podrán subsistir sino en
Dios. Para poder soportar la prueba que les espera deben comprender
la voluntad de Dios tal cual está revelada en su Palabra, pues no
pueden honrarle sino en la medida del conocimiento que tengan de
su carácter, gobierno y propósitos divinos y en la medida en que
obren conforme a las luces que les hayan sido concedidas. Sólo
los que hayan fortalecido su espíritu con las verdades de la Biblia
podrán resistir en el último gran conflicto. Toda alma ha de pasar
por la prueba decisiva: ¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres?
La hora crítica se acerca. ¿Hemos asentado los pies en la roca de
la inmutable Palabra de Dios? ¿Estamos preparados para defender
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firmemente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús?
Antes de la crucifixión, el Salvador había predicho a sus discí-
pulos que iba a ser muerto y que resucitaría del sepulcro, y hubo
ángeles presentes para grabar esas palabras en las mentes y en los
corazones. Pero los discípulos esperaban la liberación política del
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