Página 570 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
yugo romano y no podían tolerar la idea de que Aquel en quien
todas sus esperanzas estaban concentradas, fuese a sufrir una muerte
ignominiosa. Desterraron de su mente las palabras que necesitaban
recordar, y cuando llegó el momento de prueba, los encontró sin
la debida preparación. La muerte de Jesús destruyó sus esperanzas
igual que si no se la hubiese predicho. Así también las profecías nos
anuncian el porvenir con la misma claridad con que Cristo predijo
su propia muerte a los discípulos. Los acontecimientos relacionados
con el fin del tiempo de gracia y la preparación para el tiempo de an-
gustia han sido presentados con claridad. Pero hay miles de personas
que comprenden estas importantes verdades de modo tan incompleto
como si nunca hubiesen sido reveladas. Satanás procura arrebatar
toda impresión que podría llevar a los hombres por el camino de la
salvación, y el tiempo de angustia no los encontrará listos.
Cuando Dios manda a los hombres avisos tan importantes que
las profecías los representan como proclamados por santos ángeles
que vuelan por el cielo, es porque él exige que toda persona dotada
de inteligencia les preste atención. Los terribles juicios que Dios
pronunció contra los que adoran la bestia y su imagen (
Apocalip-
sis 14:9-11
) deberían inducir a todos a estudiar diligentemente las
profecías para saber lo que es la marca de la bestia y cómo pueden
evitarla. Pero las muchedumbres cierran los oídos a la verdad y
prefieren fábulas. El apóstol Pablo, refiriéndose a los últimos días,
dijo: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina.”
2
Timoteo 4:3
. Ya hemos entrado de lleno en ese tiempo. Las multitu-
des se niegan a recibir las verdades bíblicas porque éstas contrarían
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los deseos de los corazones pecaminosos y mundanos; y Satanás les
proporciona los engaños en que se complacen.
Pero Dios tendrá en la tierra un pueblo que sostendrá la Biblia y
la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de
todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones
de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos
y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz
de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe
ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier
punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto
debemos cerciorarnos de si los autoriza un categórico “Así dice
Jehová.”