Página 620 - El Conflicto de los Siglos (1954)

Basic HTML Version

616
El Conflicto de los Siglos
la redención no se entenderá por completo ni siquiera cuando los
rescatados vean como serán vistos ellos mismos y conozcan como
serán conocidos; pero a través de las edades sin fin, nuevas verdades
se desplegarán continuamente ante la mente admirada y deleitada.
Aunque las aflicciones, las penas y las tentaciones terrenales hayan
concluído, y aunque la causa de ellas haya sido suprimida, el pueblo
de Dios tendrá siempre un conocimiento claro e inteligente de lo
que costó su salvación.
La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos
durante toda la eternidad. En el Cristo glorificado, contemplarán al
Cristo crucificado. Nunca olvidarán que Aquel cuyo poder creó los
mundos innumerables y los sostiene a través de la inmensidad del
espacio, el Amado de Dios, la Majestad del cielo, Aquel a quien los
querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en adorar—se
humilló para levantar al hombre caído; que llevó la culpa y el oprobio
del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta
que la maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le
arrancó la vida en la cruz del Calvario. El hecho de que el Hacedor
de todos los mundos, el Arbitro de todos los destinos, dejase su
gloria y se humillase por amor al hombre, despertará eternamente
la admiración y adoración del universo. Cuando las naciones de
los salvos miren a su Redentor y vean la gloria eterna del Padre
[710]
brillar en su rostro; cuando contemplen su trono, que es desde la
eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin,
entonces prorrumpirán en un cántico de júbilo: “¡Digno, digno es
el Cordero que fué inmolado, y nos ha redimido para Dios con su
propia preciosísima sangre!”
El misterio de la cruz explica todos los demás misterios. A la
luz que irradia del Calvario, los atributos de Dios que nos llenaban
de temor respetuoso nos resultan hermosos y atractivos. Se ve que
la misericordia, la compasión y el amor paternal se unen a la santi-
dad, la justicia y el poder. Al mismo tiempo que contemplamos la
majestad de su trono, tan grande y elevado, vemos su carácter en
sus manifestaciones misericordiosas y comprendemos, como nunca
antes, el significado del apelativo conmovedor: “Padre nuestro.”
Se echará de ver que Aquel cuya sabiduría es infinita no hubiera
podido idear otro plan para salvarnos que el del sacrificio de su Hijo.
La compensación de este sacrificio es la dicha de poblar la tierra