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El Conflicto de los Siglos
qué espíritu satánico obraba detrás del escenario; es el rugido del
dragón, y no la voz de Cristo, lo que en él se dejaba oír.
Los jefes papales no quisieron conformar su carácter con el gran
modelo dado en la ley de Dios, sino que levantaron modelo a su
gusto y determinaron obligar a todos a ajustarse a éste porque así lo
había dispuesto Roma. Se perpetraron las más horribles tragedias.
Los sacerdotes y papas corrompidos y blasfemos hacían la obra que
Satanás les señalara. No había cabida para la misericordia en sus
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corazones. El mismo espíritu que crucificara a Cristo y que matara a
los apóstoles, el mismo que impulsara al sanguinario Nerón contra
los fieles de su tiempo, estaba empeñado en exterminar a aquellos
que eran amados de Dios.
Las persecuciones que por muchos siglos cayeron sobre esta
gente temerosa de Dios fueron soportadas por ella con una paciencia
y constancia que honraban a su Redentor. No obstante las cruzadas
lanzadas contra ellos y la inhumana matanza a que fueron entregados,
siguieron enviando a sus misioneros a diseminar la preciosa verdad.
Se los buscaba para darles muerte; y con todo, su sangre regó la
semilla sembrada, que no dejó de dar fruto. De esta manera fueron
los valdenses testigos de Dios siglos antes del nacimiento de Lutero.
Esparcidos por muchas tierras, arrojaron la semilla de la Reforma
que brotó en tiempo de Wiclef, se desarrolló y echó raíces en días de
Lutero, para seguir creciendo hasta el fin de los tiempos mediante el
esfuerzo de todos cuantos estén listos para sufrirlo todo “a causa de
la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús.”
Apocalipsis 1:9 (VM)
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