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El Conflicto de los Siglos
erudición. En su sed de saber trató de conocer todos los ramos de
la ciencia. Se educó en la filosofía escolástica, en los cánones de la
iglesia y en el derecho civil, especialmente en el de su país. En sus
trabajos posteriores le fué muy provechosa esta temprana enseñanza.
Debido a su completo conocimiento de la filosofía especulativa
de su tiempo, pudo exponer los errores de ella, y el estudio de las
leyes civiles y eclesiásticas le preparó para tomar parte en la gran
lucha por la libertad civil y religiosa. A la vez que podía manejar
las armas que encontraba en la Palabra de Dios, había adquirido
la disciplina intelectual de las escuelas, y comprendía la táctica de
los hombres de escuela. El poder de su genio y sus conocimientos
extensos y profundos le granjearon el respeto de amigos y enemigos.
Sus partidarios veían con orgullo que su campeón sobresalía entre
los intelectos más notables de la nación; y sus enemigos se veían
imposibilitados para arrojar desdén sobre la causa de la reforma por
una exposición de la ignorancia o debilidad de su defensor.
Estando Wiclef todavía en el colegio se dedicó al estudio de las
Santas Escrituras. En aquellos remotos tiempos cuando la Biblia
existía sólo en los idiomas primitivos, los eruditos eran los únicos
que podían allegarse a la fuente de la verdad, que a las clases incultas
les estaba vedada. Ese estudio preparó el camino para el trabajo
futuro de Wiclef como reformador. Algunos hombres ilustrados
habían estudiado la Palabra de Dios y en ella habían encontrado
revelada la gran verdad de la gracia concedida gratuitamente por
Dios. Y por sus enseñanzas habían difundido esta verdad e inducido
a otros a aceptar los oráculos divinos.
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Cuando la atención de Wiclef fué dirigida a las Sagradas Escri-
turas, se consagró a escudriñarlas con el mismo empeño que había
desplegado para adueñarse por completo de la instrucción que se
impartía en los colegios. Hasta entonces había experimentado una
necesidad que ni sus estudios escolares ni las enseñanzas de la igle-
sia habían podido satisfacer. Encontró en la Palabra de Dios lo que
antes había buscado en vano. En ella halló revelado el plan de la
salvación, y vió a Cristo representado como el único abogado para
el hombre. Se entregó al servicio de Cristo y resolvió proclamar las
verdades que había descubierto.
Como los reformadores que se levantaron tras él, Wiclef en el
comienzo de su obra no pudo prever hasta dónde ella le conduci-