El lucero de la reforma
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ría. No se levantó deliberadamente en oposición contra Roma, pero
su devoción a la verdad no podía menos que ponerle en conflicto
con la mentira. Conforme iba discerniendo con mayor claridad los
errores del papado, presentaba con creciente ardor las enseñanzas
de la Biblia. Veía que Roma había abandonado la Palabra de Dios
cambiándola por las tradiciones humanas; acusaba desembozada-
mente al clero de haber desterrado las Santas Escrituras y exigía que
la Biblia fuese restituída al pueblo y que se estableciera de nuevo
su autoridad dentro de la iglesia. Era maestro entendido y abnegado
y predicador elocuente, cuya vida cotidiana era una demostración
de las verdades que predicaba. Su conocimiento de las Sagradas
Escrituras, la fuerza de sus argumentos, la pureza de su vida y su
integridad y valor inquebrantables, le atrajeron la estimación y la
confianza de todos. Muchos de entre el pueblo estaban descontentos
con su antiguo credo al ver las iniquidades que prevalecían en la
iglesia de Roma, y con inmenso regocijo recibieron las verdades
expuestas por Wiclef, pero los caudillos papales se llenaron de ira
al observar que el reformador estaba adquiriendo una influencia
superior a la de ellos.
Wiclef discernía los errores con mucha sagacidad y se oponía
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valientemente a muchos de los abusos sancionados por la autoridad
de Roma. Mientras desempeñaba el cargo de capellán del rey, se
opuso osadamente al pago de los tributos que el papa exigía al
monarca inglés, y demostró que la pretensión del pontífice al asumir
autoridad sobre los gobiernos seculares era contraria tanto a la razón
como a la Biblia. Las exigencias del papa habían provocado profunda
indignación y las enseñanzas de Wiclef ejercieron influencia sobre
las inteligencias más eminentes de la nación. El rey y los nobles se
unieron para negar el dominio temporal del papa y rehusar pagar el
tributo. Fué éste un golpe certero asestado a la supremacía papal en
Inglaterra.
Otro mal contra el cual el reformador sostuvo largo y reñido
combate, fué la institución de las órdenes de los frailes mendicantes.
Pululaban estos frailes en Inglaterra, y comprometían la prosperidad
y la grandeza de la nación. Las industrias, la educación y la moral
eran afectadas directamente por la influencia agostadora de dichos
frailes. La vida de ociosidad de aquellos pordioseros era no sólo una
sangría que agotaba los recursos del pueblo, sino que hacía que el