La salud y la eficiencia
A fin de proseguir esta grande y ardua labor, es necesario que
los ministros de Cristo gocen de buena salud. Para lograrlo, deben
ser regulares en sus hábitos y adoptar un sistema de vida saludable.
Muchos se quejan continuamente y sufren de malestares diversos.
Esto se debe casi siempre a que no trabajan sabiamente ni observan
las leyes de la salud. A menudo pasan mucho tiempo en cuartos
calientes y llenos de aire impuro. Allí se ponen a estudiar o a escribir,
hacen poco ejercicio físico y casi no varían sus actividades. Como
consecuencia, la sangre pierde su vigor y las facultades de la mente
se debilitan.
Todo el organismo necesita la influencia vigorizadora del ejer-
cicio al aire libre. Unas cuantas horas de trabajo manual cada día,
contribuirían a renovar las energías del cuerpo y a descansar la men-
te. De esta manera se promovería la salud general y se podría realizar
una mayor cantidad de trabajo pastoral. La lectura y escritura ince-
sante de muchos ministros los incapacita para el trabajo pastoral.
Consumen en un estudio abstracto el tiempo valioso que debieran
emplear ayudando a los necesitados en el momento propicio...
Nuestros ministros que han alcanzado la edad de cuarenta o
cincuenta años, no deben sentir que su trabajo es menos efectivo
que antes. Los hombres de edad y experiencia son justamente los
que deben llevar a cabo esfuerzos vigorosos y bien dirigidos. Se los
necesita especialmente en este tiempo; las iglesias no pueden darse
el lujo de perderlos. Estos obreros no deben hablar de debilidad
física y mental, ni sentir que sus días de servicio se han terminado.
Muchos de ellos han sufrido por el exceso de trabajo mental,
sin el alivio del ejercicio físico. El resultado ha sido el deterioro
de sus facultades y una tendencia a evitar la responsabilidad. Lo
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que necesitan es más trabajo físico. Esto no ocurre únicamente a
las personas que peinan canas, sino que obreros jóvenes también
han caído en la misma condición y se han debilitado mentalmente.
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