Página 28 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Multitudes en aflicción
Cuando Cristo vio las multitudes que se habían reunido alrede-
dor de él, “tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas
y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Cristo vio la enfer-
medad, la tristeza, el dolor y la degradación de las multitudes que
se agolpaban a su paso. Le fueron presentadas las necesidades y
desgracias de todos los seres humanos. En los encumbrados y los
humildes, los más honrados y los más degradados, veía almas que
anhelaban las mismas bendiciones que él había venido a traer; almas
que necesitaban solamente un conocimiento de su gracia para llegar
a ser súbditos de su reino. “Entonces dice a sus discípulos: A la
verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al
Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Mateo 9:36-38
.
Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros
que trabajen como Cristo trabajó en favor de los dolientes y pecami-
nosos. Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está
lleno de enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está lleno de
personas que necesitan que se las atienda: los débiles, impotentes,
ignorantes, degradados.
En el camino a la destrucción
Muchos de los jóvenes de esta generación, aun en las iglesias,
instituciones religiosas y hogares que profesan ser cristianos, están
eligiendo la senda que conduce a la destrucción. Por medio de
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costumbres intemperantes se acarrean enfermedades y por la codicia
de obtener dinero para su costumbres pecaminosas caen en prácticas
ímprobas. Arruinan su salud y su carácter. Enajenados de Dios, y
parias de la sociedad, esos pobres seres consideran que no tienen
esperanza para esta vida ni para la venidera. Han quebrantado el
corazón de sus padres y los hombres los declaran sin esperanza;
pero Dios los mira con compasiva ternura. El comprende todas las
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