Página 37 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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La violación de la ley física
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por las evidencias más claras; pero sus deseos carnales, que exigen
ser complacidos, les controlan el intelecto a tal punto que rechazan
la verdad porque se opone a sus deseos sensuales. Las mentes de
muchos se rebajan tanto que le impiden a Dios trabajar en favor de
ellos o con ellos. Antes que puedan apreciar las demandas de Dios,
la corriente de sus pensamientos debe cambiar y se deben despertar
sus sensibilidades morales.
El apóstol Pablo exhorta a la iglesia: “Así que, hermanos, os
ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos
en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional”.
Romanos 12:1
. La complacencia pecaminosa contamina
el cuerpo e incapacita a las personas para el culto espiritual. Los que
aprecian la luz que Dios les ha dado acerca de las reformas de la
salud, poseen una ayuda importante en la obra de ser santificados
por la verdad, y de llegar a ser aptos para heredar la inmortalidad.
Pero el que desprecia la luz y vive en continua violación de las leyes
naturales, debe pagar las consecuencias; sus facultades espirituales
se anublan, ¿y cómo podrá perfeccionar su santidad en el temor de
Dios?
Los hombres han corrompido el templo del alma, y Dios los lla-
ma para que despierten y luchen con todas sus fuerzas para recuperar
la virilidad que Dios les ha concedido. Sólo la gracia de Dios puede
convencer y convertir el corazón; los esclavos de las costumbres
pueden obtener poder sólo de él para quebrantar las cadenas que los
aprisionan. Es imposible que una persona presente su cuerpo como
un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, mientras continúa practi-
cando hábitos que lo privan de su fortaleza física, mental y moral.
Nuevamente el apóstol instruye: “No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
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para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta”.
Romanos 12:2
.
Como en los días de Noé
Sentado sobre el monte de los Olivos, Jesús instruyó a sus dis-
cípulos acerca de las señales que precederían su segunda venida:
“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hom-
bre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo