Página 393 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Un mensaje para nuestros médicos
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El médico no debe ser hecho el blanco de críticas descomedidas.
Esto coloca preocupaciones innecesarias sobre él. Sus responsabi-
lidades son pesadas, y necesita la simpatía de quienes colaboran
con él en su trabajo. Se lo debe sostener por medio de la oración.
Recibirá ánimo y esperanza al saber que se lo aprecia.
El pecado y la enfermedad
El médico cristiano inteligente experimenta una comprensión
cada vez mayor de la relación que existe entre el pecado y la enfer-
medad. Se esfuerza por ver cada vez con mayor claridad la relación
que hay entre causa y efecto. Comprende que los que siguen el curso
de enfermería deben recibir una instrucción cabal en los principios
de la reforma de la salud y que se les debe enseñar a ser estrictamente
temperantes en todas las cosas, porque el descuido de las leyes de la
salud es inexcusable en quienes han sido llamados a enseñar a otros
cómo vivir.
El médico le hace daño a su prójimo cuando ve que un paciente
sufre de alguna enfermedad causada por hábitos equivocados de co-
mer y beber, pero no se lo dice ni lo instruye respecto a la necesidad
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de una reforma. Los borrachos, los enfermos mentales, y los que
llevan vidas licenciosas, todos acuden al médico y demuestran en
forma clara e incontestable que el sufrimiento es un resultado del pe-
cado. Hemos recibido una gran luz con referencia a la reforma de la
salud. Entonces, ¿por qué no nos esforzamos más decididamente por
contrarrestar las causas que producen la enfermedad? ¿Cómo pueden
callar nuestros médicos cuando son testigos de la lucha continua
con el dolor, y trabajan incesantemente por aliviar el sufrimiento?
¿Cómo pueden evitar levantar la voz en amonestación? ¿Tienen real-
mente bondad y misericordia si no enseñan los principios de una
temperancia estricta como remedio para la enfermedad?
Médicos, estudien la amonestación que Pablo dio a los romanos:
“Así, que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que pre-
sentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta”.
Romanos 12:1-2
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