Una obra unida
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por sus designios. Si la obra misionera médica se lleva a cabo como
parte del Evangelio, los del mundo verán el bien que se está reali-
zando; quedarán convencidos de su carácter genuino y desearán dar
para sostenerla.
Nos estamos acercando al fin de la historia de esta tierra, y Dios
invita a todos a enarbolar el estandarte que lleva la inscripción:
“Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de
Jesús”. Invita a su pueblo a trabajar en armonía perfecta. Invita a los
que están empeñados en nuestra obra médica a que se unan con el
ministerio; invita al ministerio a cooperar con los obreros misioneros
médicos; e invita a la iglesia a asumir el deber que le ha señalado,
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de sostener en alto el estandarte de la verdadera reforma en su
propio territorio, dejando a los obreros preparados y experimentados
libres para que avancen en nuevos campos. No debe pronunciarse
una sola palabra que desaliente a alguno, porque esto agravia el
corazón de Cristo y agrada mucho al adversario. Todos necesitan
ser bautizados del Espíritu Santo; todos deben evitar el censurar
y hacer observaciones despectivas, y acercarse más a Cristo, para
apreciar las pesadas responsabilidades que están llevando los que
colaboran con él. “Avanzad juntos; avanzad juntos”, son las palabras
de nuestro Instructor divino. La unión hace la fuerza; en la desunión
hay debilidad y derrota.
Necesitamos precavernos
En nuestra obra en favor de los pobres e infortunados, necesita-
remos precavernos, no sea cosa que acumulemos responsabilidades
que no podamos desempeñar. Antes de adoptar planes y métodos
que requieren un gran desembolso de recursos, debemos considerar
si pueden llevar la firma divina. Dios no aprueba que se fomente un
ramo de trabajo sin consideración por los demás. El quiere que la
obra misionera médica prepare el camino para la presentación de
la verdad salvadora para este tiempo, la proclamación del mensaje
del tercer ángel. Si se cumple este designio, el mensaje no quedará
eclipsado ni estorbado su progreso.
Lo que Dios requiere no son numerosas instituciones, grandes
edificios, ni mucha ostentación, sino la acción armoniosa de un
pueblo peculiar, un pueblo escogido por él y precioso. Cada uno