El evangelio en la práctica
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Se pide que haya reformas
En la luz que se me dio desde hace mucho tiempo, se me mostró
que la intemperancia prevalecería en el mundo en un grado alar-
mante, y que cada miembro del pueblo de Dios debe adoptar una
posición elevada con respecto a la reforma de los hábitos y las prác-
ticas. En ese tiempo yo comía carne dos o tres veces al día, y me
desmayaba dos o tres veces por día. El Señor me presentó un plan
general. Se me mostró que Dios presentaría a su pueblo que obser-
vaba los mandamientos una reforma en el régimen de alimentación,
y que a medida que la aceptaran, sus enfermedades y sufrimientos
disminuirían notablemente. Se me mostró que esta obra progresaría.
Se necesita un sanatorio
Luego, años después, se nos dio luz según la cual necesitábamos
un sanatorio, una institución para la salud, que debía establecerse
entre nosotros. Este sería el medio que Dios utilizaría para hacer que
su pueblo comprendiera correctamente lo que concierne a la reforma
pro salud. También debía ser el medio por el cual tendríamos acceso
a los que no pertenecen a nuestra fe. Debíamos tener una institución
en la que los enfermos pudieran ser aliviados del sufrimiento, sin
el empleo de medicamentos a base de drogras. Dios declaró que él
mismo iría delante de su pueblo en esta obra.
Como resultado, la obra ha estado creciendo constantemente. Se
abrió el camino para que nuestras iglesias participaran. Proclamé la
reforma pro salud a todas partes donde fui. En los congresos hablaba
los domingos de tarde y proclamaba el mensaje de temperancia en
la forma de comer, de beber y de vestir. Ese fue el mensaje que di
años antes de viajar a Australia.
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Pero hubo personas que no aceptaron la luz que Dios había dado.
Estaban los que asistían a nuestros campamentos y comían y bebían
indebidamente. Su régimen alimentario no estaba en armonía con
la luz que Dios había dado, y para ellos era imposible apreciar la
verdad en sus aspectos sagrados.