Siervos del pecado
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iniquidad”. “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el
Señor no me oyera”.
Salmos 5:4-5; 66:18
.
Este no es un caso aislado. Aun las relaciones matrimoniales eran
insuficientes para preservar a este hombre de los hábitos corrompidos
de su juventud. ¡Ojalá se me pudiera convencer de que los casos
como el que presenté son raros; pero sé que son frecuentes! Los hijos
que nacen de padres dominados por pasiones corrompidas resultan
inútiles. ¿Qué puede esperarse de tales hijos, sino que se hundan aún
más bajo que sus padres? ¿Qué puede esperarse de esta generación
naciente? Miles carecen de principios. Estos mismos transmiten a su
posteridad sus propias pasiones miserables y corruptas. ¡Qué legado!
Miles arrastran sus vidas sin principios, contaminan a los que viven
con ellos y perpetúan sus pasiones degradadas, transmitiéndolas a
sus hijos. Asumen la responsabilidad de darles la estampa de su
propio carácter.
Los principios morales son la única salvaguardia
Vuelvo al caso de los cristianos. Si todos los que profesan obe-
decer la ley de Dios estuvieran libres de iniquidad, mi alma quedaría
aliviada; pero no lo están. Aun algunos de los que profesan guar-
dar todos los mandamientos de Dios son culpables del pecado de
adulterio. ¿Qué puedo decir para despertar sus sensibilidades em-
botadas? Los principios morales, aplicados estrictamente, son la
única salvaguardia del alma. Si hubo alguna vez un tiempo en que
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la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe
ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a ex-
citar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las
facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y
en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento des-
tinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser
trasladados al Cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimenta-
ción, tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia
del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física,
intelectual o moral.
La satisfacción de las pasiones más bajas inducirá a muchos
a cerrar los ojos a la luz, porque temen ver pecados que no están
dispuestos a abandonar. Todos pueden ver si lo desean. Si prefieren