Página 14 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
atención a la profecía de Isaías con respecto al Salvador doliente,
pero no quisieron oírlo.
Si los maestros y caudillos de Israel se hubieran sometido a su
gracia transformadora, Jesús los habría hecho embajadores suyos
ante los hombres. Fue primeramente en Judea donde se proclamó la
llegada del reino y se llamó al arrepentimiento. En el acto de expulsar
del templo de Jerusalén a los que lo profanaban, Jesús anunció que
era el Mesías, el que limpiaría el alma de la contaminación del
pecado y haría de su pueblo un templo consagrado a Dios. Pero
los caudillos judíos no quisieron humillarse para recibir al humilde
Maestro de Nazaret. Durante su segunda visita a Jerusalén, fue
emplazado ante el Sanedrín, y únicamente el temor al pueblo impidió
que procuraran quitarle la vida los dignatarios que lo constituían.
Fue entonces cuando, después de salir de Judea, principió Cristo su
ministerio en Galilea.
Allí prosiguió su obra algunos meses antes de predicar el Sermón
del Monte. El mensaje que había proclamado por toda esa región:
“El reino de los cielos se ha acercado”
había llamado la atención
de todas las clases y dado aún mayor pábulo a sus esperanzas ambi-
ciosas. La fama del nuevo Maestro había superado los confines de
Palestina y, a pesar de la actitud asumida por la jerarquía, se había
difundido mucho el sentimiento de que tal vez fuera el Libertador
que habían esperado. Grandes multitudes seguían los pasos de Jesús
y el entusiasmo popular era grande.
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Había llegado el momento en que los discípulos que estaban más
estrechamente relacionados con Cristo debían unirse más directa-
mente en su obra, para que estas vastas muchedumbres no quedaran
abandonadas como ovejas sin pastor. Algunos de esos discípulos se
habían vinculado con Cristo al principio de su ministerio, y los doce
vivían casi todos asociados entre sí como miembros de la familia
de Jesús. No obstante, engañados también por las enseñanzas de
los rabinos, esperaban, como todo el pueblo, un reino terrenal. No
podían comprender las acciones de Jesús. Ya los había dejado per-
plejos y turbados el que no hiciese esfuerzo alguno para fortalecer
su causa obteniendo el apoyo de sacerdotes y rabinos, y porque nada
había hecho para establecer su autoridad como Rey de esta tierra.
Todavía había que hacer una gran obra en favor de estos discípulos
antes que estuviesen preparados para la sagrada responsabilidad que