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El Deseado de Todas las Gentes
Y el que procura dar la luz a otros, será él mismo bendecido.
Habrá “lluvias de bendición.” “El que riega será él mismo regado.
Dios podría haber alcanzado su objeto de salvar a los pecadores, sin
nuestra ayuda; pero a fin de que podamos desarrollar un carácter
como el de Cristo, debemos participar en su obra. A fin de entrar
en su gozo—el gozo de ver almas redimidas por su sacrificio,—
debemos participar de sus labores en favor de su redención.
La primera expresión de la fe de Natanael, tan completa, fervien-
te y sincera, fué como música en los oídos de Jesús. Y él respondió
y le dijo: “¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? cosas
mayores que éstas verás.” El Salvador miró hacia adelante con gozo,
considerando su obra de predicar las buenas nuevas a los abatidos,
de vendar a los quebrantados de corazón, y proclamar libertad a
los cautivos de Satanás. Al pensar en las preciosas bendiciones que
había traído a los hombres, Jesús añadió: “De cierto, de cierto os
digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios
que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.”
Con esto, Cristo dice en realidad: En la orilla del Jordán, los
cielos fueron abiertos y el Espíritu descendió sobre mí en forma de
paloma. Esta escena no fué sino una señal de que soy el Hijo de
Dios. Si creéis en mí como tal, vuestra fe será vivificada. Veréis
que los cielos están abiertos y nunca se cerrarán. Los he abierto
a vosotros. Los ángeles de Dios están ascendiendo, y llevando las
oraciones de los menesterosos y angustiados al Padre celestial, y al
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descender, traen bendición y esperanza, valor, ayuda y vida a los
hijos de los hombres.
Los ángeles de Dios pasan siempre de la tierra al cielo, y del
cielo a la tierra. Los milagros de Cristo, en favor de los afligidos
y dolientes, fueron realizados por el poder de Dios mediante el
ministerio de los ángeles. Y es por medio de Cristo, por el ministerio
de sus mensajeros celestiales, como nos llega toda bendición de Dios.
Al revestirse de la humanidad, nuestro Salvador une sus intereses
con los de los caídos hijos e hijas de Adán, mientras que por su
divinidad se aferra al trono de Dios. Y así es Cristo el medio de
comunicación de los hombres con Dios y de Dios con los hombres.
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