Capítulo 15—En las bodas de Caná
Este capítulo está basado en Juan 2:1-11.
Jesús no empezó su ministerio haciendo alguna gran obra delante
del Sanedrín de Jerusalén. Su poder se manifestó en una reunión
familiar, celebrada en una pequeña aldea de Galilea, para aumentar
el placer de una fiesta de bodas. Así demostró su simpatía por los
hombres y su deseo de contribuir a su felicidad. En el desierto de la
tentación, él mismo había bebido la copa de la desgracia; y de allí
salió para dar a los hombres la copa de la bendición, de su bendición
que había de santificar las relaciones de la vida humana.
Desde el Jordán, Jesús había regresado a Galilea. Debía celebrar-
se un casamiento en Caná, pequeño pueblo no lejano de Nazaret;
las partes contrayentes eran parientes de José y María, y Jesús, te-
niendo conocimiento de esa reunión familiar, fué a Caná, y con sus
discípulos fué invitado a la fiesta.
Allí volvió a encontrarse con su madre, de la cual había estado
separado desde hacía cierto tiempo. María había oído hablar de la
manifestación hecha a orillas del Jordán, en ocasión de su bautis-
mo. Las noticias habían sido llevadas a Nazaret, y le habían hecho
recordar las escenas que durante tantos años había guardado en su
corazón. En común con todo Israel, María quedó profundamente
conmovida por la misión de Juan el Bautista. Bien recordaba ella
la profecía hecha en ocasión de su nacimiento. Ahora la relación
que había tenido con Jesús volvía a encender sus esperanzas. Pero
también le habían llegado noticias de la partida misteriosa de Jesús
al desierto, y le habían oprimido presentimientos angustiosos.
Desde el día en que oyera el anunció del ángel en su hogar de
Nazaret, María había atesorado toda evidencia de que Jesús era el
Mesías. Su vida de mansedumbre y abnegación le aseguraba que
él no podía ser otro que el enviado de Dios. Sin embargo, también
a ella la asaltaban dudas y desilusiones, y anhelaba el momento
de la revelación de su gloria. La muerte la había separado de José,
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