Página 139 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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En su templo
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plan del culto de los sacrificios era una predicción de la muerte del
Salvador para redimir al mundo. No habría eficacia en estas ofren-
das cuando el gran suceso al cual señalaran durante siglos fuese
consumado.
Puesto que toda la economía ritual simbolizaba a Cristo, no tenía
valor sin él. Cuando los judíos sellaron su decisión de rechazar a
Cristo entregándole a la muerte, rechazaron todo lo que daba signifi-
cado al templo y sus ceremonias. Su carácter sagrado desapareció.
Quedó condenado a la destrucción. Desde ese día los sacrificios
rituales y las ceremonias relacionadas con ellos dejaron de tener
significado. Como la ofrenda de Caín, no expresaban fe en el Salva-
dor. Al dar muerte a Cristo, los judíos destruyeron virtualmente su
templo. Cuando Cristo fué crucificado, el velo interior del templo
se rasgó en dos de alto a bajo, indicando que el gran sacrificio final
había sido hecho, y que el sistema de los sacrificios rituales había
terminado para siempre.
“En tres días lo levantaré.” A la muerte del Salvador, las po-
tencias de las tinieblas parecieron prevalecer, y se regocijaron de
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su victoria. Pero del sepulcro abierto de José, Jesús salió vencedor.
“Despojando los principados y las potestades, sacólos a la vergüenza
en público, triunfando de ellos en sí mismo.
En virtud de su muerte
y resurrección, pasó a ser “ministro del santuario, y de aquel verda-
dero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre.
Los hombres
habían construído el tabernáculo, y luego el templo de los judíos;
pero el santuario celestial, del cual el terrenal era una figura, no fué
construído por arquitecto humano. “He aquí el varón cuyo nombre
es Vástago: [V.M.] ... él edificará el templo de Jehová, y él llevará
gloria, y se sentará y dominará en su trono, y será sacerdote en su
solio.
El ceremonial de los sacrificios que había señalado a Cristo
pasó: pero los ojos de los hombres fueron dirigidos al verdadero
sacrificio por los pecados del mundo. Cesó el sacerdocio terrenal,
pero miramos a Jesús, mediador del nuevo pacto, y “a la sangre
del esparcimiento que habla mejor que la de Abel.” “Aun no estaba
descubierto el camino para el santuario, entre tanto que el primer
tabernáculo estuviese en pie.... Mas estando ya presente Cristo,
pontífice de los bienes que habían de venir, por el más amplio y
más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, ... por su propia