Capítulo 1—“Dios con nosotros”
“Y Será llamado su nombre Emmanuel; ... Dios con nosotros.
“La luz del conocimiento de la gloria de Dios,” se ve “en el rostro
de Jesucristo.” Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo
era uno con el Padre; era “la imagen de Dios,” la imagen de su
grandeza y majestad, “el resplandor de su gloria.” Vino a nuestro
mundo para manifestar esta gloria. Vino a esta tierra obscurecida
por el pecado para revelar la luz del amor de Dios, para ser “Dios
con nosotros.” Por lo tanto, fué profetizado de él: “Y será llamado
su nombre Emmanuel.”
Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto
a los hombres como a los ángeles. El era la Palabra de Dios: el
pensamiento de Dios hecho audible. En su oración por sus discípu-
los, dice: “Yo les he manifestado tu nombre”—“misericordioso y
piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad,”—“para
que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” Pero
no sólo para sus hijos nacidos en la tierra fué dada esta revelación.
Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El
maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor
redentor, es el tema en el cual “desean mirar los ángeles,” y será su
estudio a través de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los
seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su
canción. Se verá que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús
es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la
ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para la tierra
y el cielo; que el amor que “no busca lo suyo” tiene su fuente en
el corazón de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el
carácter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre.
Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación.
Fué Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la
tierra. Fué su mano la que colgó los mundos en el espacio, y modeló
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las flores del campo. El “asienta las montañas con su fortaleza,”
“suyo es el mar, pues que él lo hizo.
Fué él quien llenó la tierra de
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